Para no dar la
impresión de que mi protesta nace a raíz del problema de los cacharros vacíos y
los harapos, usualmente dejo de lado problemas domésticos al comenzar a
escribir. Claro que cuando se llega a ese punto y la vida adquiere
configuraciones básicas también se sufre, pero un lector ajeno a otros
problemas cubanos podría pensar que si las cazuelas estuvieran rebosantes de
carnes olorosas, acompañadas de vegetales de vivos colores y pudiéramos lucir
más elegantes y fragantes se terminaría el problema. Nada más lejano a la
verdad.
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