Tocaron a la puerta en el mismísimo
momento en que prendía un Romeo y Julieta en el patio. Tocaron a la puerta me dijo mi mujer. Ve tú que acabo de encender esto, seguro son
Testigos de Jehová o alguien tratando de podarnos los arboles, cortarnos la
hierba o restaurarnos el driveway. Los sospechosos habituales tocando la puerta
los fines de semana. Es lo que hay. Me equivocaba. Otra vez.
Uff… El Tanque y Roger. Mi esposa Rita nunca pasó a los míos de
cuando la banda. El Tanque y Roger. Rogelio, bajista brutal de cuando el primer
piquete punk de Miami. Rogelio, Roger,
alto y postalita. No podías conseguir
mejor bajo entonces. Rogelio, Roger
riendo esa risa suya un total flashback.
A su mano izquierda El Tanque.
Coño Ricky tremendo bigote te has echado. No me jodas Tanque y acaben de entrar.
Ahora en el patio El
Tanque, el otro vocalista junto a mí de The Marielitos. Ahora más enorme, más gordo que cuando The
Marielitos. Ahora sentado frente a mí en
uno de los sillones de mimbre. Ahora al
lado suyo Roger, a su mano izquierda.
Otra vez. Otra vez ahora me decía
El Tanque. Reunir la banda. The Marielitos. Otra vez.
The Marielitos, primer
piquete punk de Miami en el año de los disturbios raciales de la Capital del Exilio
cubano cuando un jurado de todos blancos absolvió de todo a cinco policías todos
blancos del asesinato tras una brutal golpiza al todo negro Arthur
McDuffie. Tres días la ciudad en candela
con un saldo de 18 muertes, cientos de detenidos y toques de queda.
The Marielitos nos pusimos
aun siendo ninguno de nosotros del Mariel.
Los marielitos estaban en las primeras planas de todos los medios y no
solo los de Miami. Todo Estados Unidos,
sus periódicos, radio y televisión (no había llegado Internet) con la noticia
del Éxodo del Mariel. 1980. Entonces todavía Miami tenía como su género
de música el disco aun cuando ya empezaba a ser reemplazado en otras latitudes
con todo lo que vino después. 1980. Entonces cuatro cubanitos de la Pequeña
Habana y un cuello rojo de las afueras de South Miami. The Marielitos nos pusimos aun siendo ninguno
de nosotros del Mariel pero sí en la casa de nuestro baterista (ya hablaré de él)
donde nuestros primeros ensayos se llenaba la cuadra de marielitos recién llegados
a tierras de libertad. Entonces nos pareció
tremenda idea ponernos de nombre The Marielitos.
Hay un influencer que
tiene un podcast que tiene miles de miles de seguidores y nos quiere
entrevistar. Se puso en contacto
conmigo. Me dijo que estaba intrigado
con nosotros, lo que fuimos y te digo Ricky, nos quiere para su podcast. En lo que me contaba todo esto en el patio
del gao ya El Tanque iba por su tercer cigarro y terminado el café que Rita nos
había colado. Roger a su mano
izquierda. Otra vez. Roger hipnotizado con lo que decía El
Tanque. Normal. Mientras más las cosas cambian más se quedan
como siempre.
Hay un influencer que
tiene un podcast que tiene miles de miles de seguidores y nos quiere grabar
tocando, un reunion show de The
Marielitos para un documental de un alemán socio suyo famoso director de filmes.
Tanque ya nos hicieron un documental back
in the day. Y no sé tú, yo no agarro
un mic desde hace décadas. Chillax
Ricky, yo igual pero igual tras un par de ensayos ya estamos que lo nuestro
fue el punk no jodas. Y me empate con
Johnny (el guitarra cuello rojo) que está ahora viviendo en Georgia y cuando le
conté se entusiasmo mucho ya que está haciendo nada allá arriba y me dijo que
bajará pa’ quedarse en el gao de su pura en South Miami y así poder estar en
los ensayos. Y me empate con Carlito (el
baterista del que voy a hablar) y está ahora rehabilitado de las drogas y
viviendo otra vez con los padres y escucha esto, dice que los viejos están dispuestos
a que hagamos nuestras prácticas en su casa, la misma, otra vez. ¿Te imaginas?
¡Después de cómo nos largaron de allí!
Y El Tanque, seguido por Roger, se echo a reír.
Coño Carlito… de nosotros,
con el que más afinidad sentía. Supongo
que en la superficie esto luciera extraño.
Carlito era un chamaquito mulato que el destino siempre lo tuvo al otro
lado de la ley. Yo nunca tuve choques
con las autoridades pero Carlito y yo teníamos padres abusivos y a partir de
ahí empezamos a identificarnos. Carlito
y yo los dos teníamos los mismos gustos de música. Nos cuadraba el punk pero nuestros favoritos
eran Black Sabbath y Led Zeppelin siendo John Bonham de Zeppelin, los drums que
Carlito se esmeraba en imitar.
Coño Carlito… de nosotros,
con el que más uno se divertía. Como decía
antes, nosotros salvo Johnny, vivíamos en la Pequeña Habana de Miami. A ver, al barrio nuestro le decían El
Vietnam, y el que quiera entender que entienda.
El barrio nuestro quedaba y queda cerca de The Roads que entonces como
ahora, una barriada de casas y comercios de familias y gerentes financieramente
cómodos. Carlito iba desde el barrio
nuestro en bicicleta, siempre una diferente que él decía se había encontrado,
se iba en bicicleta hasta The Roads para colarse en las casas de allí cuando
los dueños no estaban. Nunca para robar. Lo de él era entrar a ver que había de
cervezas en el refrigerador y qué bistec en el congelador, nevera. Entonces nos llamaba por el teléfono de la
casa (los celulares todavía no eran algo) para invitarnos a comer lo que estaba
cocinando y beber del bar del gao donde se había colado.
Fue en una de esas
aventuras de Carlito en The Roads que se llevó (esta vez sí robó) todo un
equipo de sonido e instrumentos musicales.
Fue con el carro de Johnny que los dos tras un par de viajes al gao de
nuestro guitarrista en South Miami que los dos pudieron lograr el saqueo. El equipo y los instrumentos eran de
puntera. Fue con ellos que tocamos en público
por primera vez.
Vivir es vivir cuando se
es joven. Recordar es vivir cuando ya
eres viejo. Y eso éramos ya los
tres. Tres viejos sentados en los
sillones de mimbre de mi patio. Tres
viejos que en su momento fueron los primeros punk rockers de Miami. Recuerdos que ahora nos daban risa y con los
que volvíamos a vivir. Recordar es vivir
cuando ya eres viejo. Recuerdos de
aquella primera tocada con aquellos instrumentos de punta que nos habían
resuelto Carlito y Johnny. Recuerdos de
aquella primera tocada con aquel equipazo y de aquella euforia que se siente
cuando estas sobre el escenario ante el público, en vivo. Habíamos vivido eso y eso sí es vivir. Recuerdos de cómo uno del piquete de los
instrumentos y equipo de sonido nos vio descargando con ellos y de cómo días después
él y su banda, unos gringos metaleros malísimos, secuestraron al Johnny y
tuvimos que canjearlo por el equipo de sonido, micrófonos guitarra y
tambor. Recordar aquello ahora nos daba
risa pero al Johnny nos lo soltaron todo descojonado de la paliza que le dieron.
Quedamos en vernos al día
siguiente en uno de los bares de moda ahora de Brickell para cuadrar la caja
con el influencer que se había interesados por nosotros para tenernos en su
podcast y lo del reunion show de The
Marielitos. Tengo que admitirlo, me
entusiasmaba la locura de El Tanque.
Volver a subirme al escenario ante el público, en vivo. Eso sí es vivir.
Quien nos hubiera dicho
que un día nos podíamos pagar tragos en un bar como este le dije a Roger tras
verlo y abrazarnos. Música EDM lo que
sonaba por supuesto por las bocinas del bar en Brickell esa tarde de día entre
semana. Repleta la barra de gente
demasiado joven pensé. El Tanque nunca
se apareció. Tampoco el tal
influencer. Quedamos Roger y yo en
llamar al Tanque. Nada.
Nunca más supimos de El
Tanque. Desapareció como cuando en la
banda que fue el principio de un rápido final de The Marielitos. Quedamos Roger y yo en volver a vernos, un
almuerzo que nunca se dio. Quedamos
Roger y yo en volver a vernos sabiéndolo bien, no lo haríamos. Nuestras vidas ahora fuertes contrastes a las
nuestras cuando The Marielitos. Ahora
padres de familia. Roger pinchando ropas
de hombre en tienda de lujo en espéralo… The Roads. Y yo jubilado tras treinta años con los
parques de la ciudad. En fin, The
Marielitos otra vez, y más nunca.
Nota del blog: Cualquier semejanza a lugares,
personas y sucesos de la vida real no es por casualidad.