martes, 29 de noviembre de 2011

Sospecha

El camino hasta Canabacoa, un poblado perdido en el oriente de Cuba, se estaba haciendo demasiado largo y polvoriento; iba en busca de Daysi, una técnico fitosanitaria a quien no conocía pero que necesitábamos urgentemente en la empresa de Cultivos Varios en Veguitas. El excesivo calor hacia más molesto el viaje, si abría las ventanillas del vetusto Moskvich me llenaba del polvo ocre del camino, si las mantenía cerradas entonces el sudor me bañaba, en esta disyuntiva alcancé a ver el caserío donde un bohío un poco más grande que el resto albergaba las oficinas que un destartalado cartel anunciaba como la Empresa Cañera.


Seis u ocho taburetes daban asiento a un grupo de trabajadores entre los que resaltaba una mujer, me dirigí hacia ellos y luego de los saludos fui al grano:


-Soy el chofer de Cultivos Varios, vengo en busca de Daysi, supongo que sea…


-Sí, yo misma, ya me habían avisado. ¿Cuándo nos vamos?


-Pues de inmediato, la necesitan pronto por allá.


-Ah!, no sea así compay, siéntese un rato y coma con nosotros, tenemos masas de puerco y un trago de ron también, dijo mientras me ofrecía un vaso.


En oriente ni al ron ni al café se le dicen que no y mi estómago tampoco estaba en condiciones de negarse así que me senté a participar del almuerzo; alguien hizo un cuento simpático acerca de un personaje de los alrededores y todos estallaron en risas, especialmente Daysi, con una algazara franca y sonora mientras mostraba una perfecta hilera de dientes, entretanto botella y almuerzo llegaban a su final.


-¿Nos vamos?, le pregunté.


-Bueno, andando. Hay dos amigos que necesitan un empujón hasta Yara, ¿podemos llevarlos?


-Claro, no hay problema.


Emprendimos el regreso con igual calor y polvo, a los pocos kilómetros el carro fallaba, la aguja de la temperatura alcanzaba un nivel peligroso y pedía agua a gritos.


-Más adelante hay un arroyo; dijo uno de mis acompañantes y hacia allí nos dirigimos.


Llegué hasta el sitio de la parada forzosa justo a tiempo para evitar un desastre en el motor, Daysi aprovechó para sacar de su bolso (en los bolsos de las mujeres puede encontrarse cualquier cosa, hasta milagros) jabón y toalla.


-Voy a refrescarme yo también pero no se les ocurra seguirme, me voy a bañar… desnuda,…..regreso enseguida.


Por supuesto que la seguimos, pero solo con la vista hasta que desapareció en un recodo del arroyo, minutos más tarde estaba de regreso y el auto en condiciones de continuar; retomamos el camino y entre empujones, cancaneos y malos ratos llegamos por fin a Yara, nuestros acompañantes se despidieron y Daysi señaló:


-Con este carro así no podemos continuar, vamos a ver a Sospecha.


-¿A quién?


-A Sospecha, el padre de mis hijos, (cuando las mujeres utilizan esta frase siempre hay algo explosivo detrás, pensé), es el mejor mecánico de este pueblo….


Llegamos a la casa “del padre de sus hijos” y el hombre salió a recibirnos, hablaron a solas unos minutos y a seguidas se dirigió hacia mí.


-Sospecha, dijo dándome un fuerte apretón de manos mientras yo balbucía mi nombre, ¿qué le pasa al carro?


Le expliqué y respondió: pues manos a la obra, ya esto está resuelto…


-O.K, ¿vamos al taller?


-Nada de eso, aquí mismo, el taller mío es portátil, lo llevo siempre en aquella caja; esto es rápido…


Y efectivamente, en poco más de una hora ya estaba arreglado.


-Tenías problemas en el carburador y el radiador tienes que cambiarlo, ahí lo remendé, les da para llegar a Yara pero cámbialo cuanto antes o te va a volver a dar un susto; el Moskvich es más duro que un palo pero tiene la ventaja de que se arregla con cualquier tuerca o tornillo que encuentres….


-Sí esa es la ventaja que tiene pero además necesita un buen mecánico...


-Ah, tampoco era tan complicada la cosa...


-Bueno, mejor así, y ¿cuánto le debo compay?


-Nada, llévese a Daysi, que tengan buen viaje y no más problemas….


-Bien, muchas gracias… Sospecha.


-No se preocupe, dígame Sospecha, así es como me conocen todos por acá, y si me necesita de nuevo aquí estamos.


Reemprendimos el viaje, aun nos quedaba un buen trecho y la conversación por fuerza giró acerca del mecánico.


-Sospecha parece bueno en su oficio…


-Sí lo es, te dije que era el mejor mecánico de este pueblo…


-Y ¿donde más trabaja, aparte de en su casa?


-En ningún otro sitio, siempre ha sido un “independiente”, un trabajador “cuentapropista” como se dice ahora.


-Pero eso no es posible, tiene que trabajar o haber trabajado en algo del estado, si no ha de haberse buscado tremendos problemas…


- Y buenos que se los ha buscado pero nunca ha entrado en razones, siempre ha querido estar por su cuenta, sin jefes ni nadie que lo mande; en una oportunidad llegó hasta tener un tallercito escondido en el patio de un amigo pero los “echaron pa’lante”(*) y los acusaron de “actividad económica ilícita”, les quitaron el taller, las herramientas y los tuvieron tres días detenidos en la policía, les pusieron tremenda multa; en ese entonces vivíamos en Manzanillo y tuvimos que mudarnos, la gente del “comité”(**) no lo dejaba vivir.


-Y eso ¿por qué?
-Decían que como no trabajaba con el gobierno se dedicaba a la vagancia, que se estaba haciendo rico en los negocios con los carros, ya sabes, un “maceta”; en realidad la mecánica la gente se la pagaba y se la pagan bien, pero trabaja de sol a sol…quizás en La Habana hubiera podido “escapar”…


-¿Fue entonces que comenzó a desconfiar…?
-Sí, aunque en Cuba todos desconfiamos de todo y de todos,… él siempre siente algún temor cuando tiene que arreglar el carro de un desconocido o se le acercan buscando o proponiendo piezas, baterías o gomas, teme que lo acusen de contrabando o receptación y no quiere buscarse más líos.


Ya llegábamos a nuestro destino, traspusimos el umbral de la Empresa y mientras Daysi recogía sus cosas me atreví a hacerle una pregunta final.


-Y ¿por qué se separaron?, ustedes parecen llevarse bien y me impresiona que es un buen hombre…
-Porque Sospecha sospecha…que los hijos no son de él…


La respuesta, casi a boca de jarro, me dejo aturdido, era lo que menos esperaba.
-¿Y es así?
-¿Qué tú crees?, me respondió mientras se alejaba con su sonora risa mostrando una perfecta hilera de blanquísimos dientes.


(*) sin.: los delataron.
(**) Comité de Defensa de la Revolución (CDR)
Dr. Antonio LLaca
Manzanillo, Cuba/1990

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