domingo, 21 de julio de 2013

Reinaldo Arenas, más vivo que nunca: José Abreu Felippe

El 16 de julio, hace apenas cinco días, Reinaldo Arenas hubiera cumplido 70 años. En la actualidad, muchas personas a esa edad se mantienen sanas y vitales. El escritor cubano no tuvo esa dicha, muy enfermo se suicidó el 7 de diciembre de 1990 a los 47 años. Había llegado al exilio a través del éxodo del Mariel en 1980, cuando más de 125 mil cubanos arribaron a las costas de la Florida tras los sucesos de la embajada de Perú en La Habana. Solamente 10 años, de 1980 a 1990, tuvo Reinaldo para vivir la libertad alcanzada. En ese lapso, a pesar de las dificultades que tuvo con su estatus migratorio, pudo viajar, algo con lo que siempre soñó, por varios países de América Latina y por Europa, principalmente España y Francia, donde compartió con entrañables amigos como Jorge y Margarita Camacho, que lo apoyaron –y ayudaron hasta el final– desde que lo conocieron en La Habana en 1967 durante el famoso Salón de Mayo.

Reinaldo sacó clandestinamente El mundo alucinante y en 1968 se publicó en Francia ganando el premio a la mejor novela extranjera. Eso no hizo más que empeorar las cosas. La UNEAC tenía ya en su poder El palacio de las blanquísimas mofetas, la segunda novela de lo que años después se conocería como su pentagonía. Tampoco la publicaron. En realidad no le publicaron nada más. Pero eso no amilanó al escritor, que cada día escribía más. El problema para él era ahora dónde guardar, esconder, tal volumen de papeles. En esos años setenta escribió, aparte de lo mencionado, El central, Arturo, la estrella más brillante, Morir en junio y con la lengua afuera, Que trine Eva, El asalto, Otra vez el mar, amén de cuentos y poemas –entre ellos Cien sonetos infernales, de los cuales, lamentablemente, se conservan muy pocos– y fundó en el Parque Lenin una revista literaria, Ah la marea.

La búsqueda desenfrenada por parte de la policía del manuscrito de Otra vez el mar es uno de los hechos más vergonzosos en la historia de la literatura cubana. Sus amigos fueron acosados con saña. Al final la policía se hizo con el manuscrito, lo que obligó al autor a reescribirlo. Todo un gobierno, todo el poder de un estado policiaco contra un escritor y una novela.

En libertad, como se apuntó, sólo tuvo 10 míseros años, para revisar, corregir y ordenar la montaña de papeles escritos en Cuba. Aun así escribió y publicó cosas nuevas, entre ellas, las novelas El portero,La loma del Ángel y El color del verano; con esta última concluía su pentagonía. Asistió a congresos denunciando a la dictadura que le hizo la vida imposible, lo que motivó que la izquierda académica y las grandes editoriales que a su llegada lo acogieran, le cerraran las puertas. Sus últimos libros los publicó con Ediciones Universal de Juan Manuel Salvat, en Miami. También, viajó, conoció mundo, amó lo que pudo, consciente de que tenía que hacerlo todo, “rápido, rápido, porque la vida está pasando” y que “la vida es riesgo o abstinencia”.

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