Raúl se fue sin que los cubanos lograran el modelo chino o vietnamita que muchos esperaban cuando el general asumió la totalidad de las riendas del poder en Cuba. ¿Que no se fue de veras? ¿Que el maquillaje es fuerte con este? Ya se sabe. Ahora, no percatarse del golpe psíquico que da la ausencia de su apellido al frente de la dirigencia del régimen, como ha sido desde la entrada de los barbudos en La Habana, es ser ingenuo. Su jubilación a sus casi 90 años de edad no sorprende, ya la había anunciado hace tres años. Sorpresa sería la posible movida de fichas por parte de la nueva generación, desde dentro de la cúpula del poder, en este nuevo ajedrez que se está jugando sobre un tablero ni chino ni vietnamita, cubano, echo en Cuba. Como siempre ha sido.
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