Seguiré sin dirigirle palabra alguna a la Seguridad del Estado. Si me citan, ya saben, les repetiré lo que tanto he dicho: "yo no hablo con la policía política". No me importa si se llaman como el guerrillero Ernesto, el desaparecido Camilo o el faraón Ramsés. No tengo nada que decirles. Huelga de silencio es lo que toca en esos casos y ya lo saben.
Mi denuncia sobre los autoritarismos, los nuevos modos del totalitarismo y el rostro de generales que se transmutan en gerentes continuará.
Pero lo más importante es que voy a seguir siendo una persona feliz. Mi felicidad no depende del modelo político o económico en el que vivo. Yo soy feliz porque respiro, porque estoy viva, porque comprendo que cada bocanada es un milagro para mí y se la debo a todos los que me precedieron. Yo soy feliz pese a la dictadura y a vivir en un país fallido. Yo soy feliz porque esa es una forma también de rebeldía.
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