La mayoría de la gente "disponible" —aquí se
inventan términos para evitar los estándares y estadísticas universales— no
contaba con experiencia ni posibilidades de poner a producir las tierras
plagadas de marabú o los terrenos baldíos que podrían solicitar en usufructo,
así que la mayor parte de los ciudadanos optaron por el cuentapropismo
Fue así como un ejército de
¿emprendedores? comenzó a sacar licencias para probar suerte en el incierto
mundo de los negocios. Los más afortunados pudieron contar con familiares o
amigos que desde el exterior les proporcionaron recursos para inversiones o
consejos e información sobre el funcionamiento de los negocios. Lo que toda
esta gente ilusionada no sabía era que ya unas mentes macabras habían planeado
todo a la inversa.
El actual sistema de
impuestos por sí solo ya es suficiente para recoger guante, pelota, y no jugar
más. Pero ahí no terminan las cosas. Los valientes aspirantes se encontraron
con un país diseñado de punta a cabo a partir de una concepción antimercantil.
Más de cincuenta años construyendo esta absurda filosofía no iban a borrarse
por arte de magia, ni siquiera porque uno de sus principales impulsores dijera
en un discurso que era necesario el "cambio de mentalidad".
Otro elemento que mutila de
facto cualquier iniciativa, sobre todo en los pueblos pequeños y las zonas
rurales, es la falta total de capacidad económica de los potenciales
consumidores. Miles de personas llenas de necesidades y deseos de adquirir
productos se hallan desposeídas de recursos. Se trata de una población
económicamente muerta, constituida fundamentalmente por desempleados,
agricultores pobres, obreros asalariados, etc…
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