martes, 6 de enero de 2015

Ernesto Santana: Tatlin y la máquina del odio

Muchos de los que asistimos a la Plaza de la Revolución fuimos detenidos al salir de ella y algunos lo fueron incluso cuando solo intentaron salir de su casa. Los agentes de la Seguridad del Estado no arrestaban a ninguno en la misma Plaza, sino fuera de ella, con cierto sigilo, pero con una actitud amenazante y nerviosa que prometía llegar a la violencia si era preciso.

Como a la mañana siguiente, ya 31 de diciembre, no hubo ninguna liberación, nuestros gritos a coro se hicieron más intensos y frecuentes. Las decenas de presos comunes que pasaban en fila, muy cerca, para entrar o salir del comedor, se asombraban escuchando frases como ¡Viva Cuba Libre!, ¡Castro, traidor, asesino y dictador!, ¡Vivan los derechos humanos!, ¡Abajo los secuestradores de la Seguridad del Estado! y muchas otras, a todo pulmón.

Los gritos a coro se hacían particularmente fuertes cuando veíamos pasar a Danilo Maldonado, El Sexto, a quien tenían recluido con los presos comunes porque, varios días antes había intentado un fabuloso performance en el Parque Central: liberar, en medio del gentío, una cerda a la que pintó el nombre de Raúl y un cerdo con el nombre de Fidel. 

Tatlin y la máquina del odio

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