domingo, 28 de junio de 2015

Soandry del Río, director de Puños Arriba y fundador de la movida rap cubana se dirige al ministro de Cultura

El rap cubano, y me refiero a ese rap crítico con arraigos sociales que cuenta historias profundas proponiendo cambios reales, ha venido desempeñando el papel de la canción social de Cuba. El mismo rap que desde el Período Especial viene diciendo lo que los lineamientos del 6to Congreso reconocieron de forma superficial como acciones necesarias para una sociedad cubana mejor. Ese mismo rap que ha sido visto como hereje por el carácter inquisidor de las instituciones y condenado al olvido por generar y liderar estados de opinión ciudadanos. 

La Agencia Cubana de Rap no se creó por una necesidad de los exponentes del género; solo fue una solución a un "ruido en el sistema" que había despertado el interés de muchos grupos de la sociedad civil norteamericana y activistas de toda Latinoamérica. La gota que derramó la copa fue un encuentro –que tuvo lugar en el Centro de Prensa Internacional– entre el reconocido actor afroamericano Harry Bellafonte y algunos raperos vanguardistas y fundadores, los cuales teníamos como premisa comenzar a construir los cimientos de un mercado legal para el rap en Cuba puesto que era ya un producto con demanda nacional e internacional. Lo que comenzó como una pasión canalizadora de preguntas sin respuestas de algunos artistas arriesgados y rebeldes, se había convertido en la razón de ser de adolescentes hombres transformados en cabezas de familia.

En fin, y para no hacer el cuento muy largo, la Agencia Cubana del Rap es una vergonzosa manipulación que no hace más que perfeccionar el chantaje a través de promesas vacías. Su  emblema del "no se puede" garantiza una política de "zero problem" para con el Instituto Cubano de la Música que, a su vez, no debe hacer enojar al Ministerio de Cultura, el cual le tiene que cantar "la tortica de manteca" al Partido. Así es como funciona; el futuro depende, entre otras muchas cosas, de nosotros mismos porque nadie va a cuidar lo nuestro como nosotros mismos, en un sistema donde las personas solo pueden desahogar la inconformidad en "comentarios de pasillos".

La pregunta no es "hasta cuándo". La pregunta es: qué vas a hacer contigo.




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