domingo, 9 de enero de 2022

The Blind Fox

Preámbulo

Un flashback total de mi adolescencia.  Una época que ya no es.  Éramos libres.  Éramos más libres.  Lo que viene es un flashback total.

Los Setenta.  The Blind Fox, la discoteca underground gay y lesbiana en la playa.  La idea era ir a ver si se podía empatar uno con un par de lesbianas o alguna jevita que le cuadraba los del otro género también.  ¿Qué pudiera salir mal?  ¿Que lo confundieran a uno por gay?  ¿Y qué?  No engañe a nadie. 

La discoteca estaba siempre abarrotada.  En un barrio residencial, el negocio tenía barra, pista de baile, esa a la sunken living room tan popular en la época  Un sistema de luces que, otra vez la pista de baile, el piso, aquello tenía tremendo swing.

La crema y nata del underground se daba cita allí.  Guarida del piquete de rock más de moda.  Y de moda, las pintas que se gastaban allí eran preámbulo de lo que décadas después fuera lo último en vestir.

La novela

La novela muchas veces comienza con eso de cualquier personaje que sea semejante a persona alguna en la vida real etcétera, pues eso.  Y lo de los nombres de muchos lugares y sucesos semejantes a etcétera. 

La pista

La pista estaba a la sunken living room muy de la época ya dije.  Luces desde el piso y luces desde el techo.  A todo color.  La bola Disco colgada desde dicho.  Las ventanas que daban al canal, en el fondo, enormes, del piso al techo. 

La música

La música fue lo que no me esperaba.  Lo que sería el Miami Sound.  Los latidos de Moroder.  Intoxicarte.  Las venas les corrían ritmo.  

Los bailadores

Los bailadores bailando en parejas gays y  lesbianas.  Pocas veces he visto bailar así.  Conexión total con las canciones que reventaban desde las bosinas.  Todo un baile pariendo un género. 

1.

La cosa era ver que jevitas podía ligar, pasar por bisexual y hacer cuadros.  Siento decir que ese sueño nunca se materializo.  Pero las mujeres más bellas y hombres guapos como dicen en España, ellas y ellos se daban lengua y gozadera en la pista como nunca he visto desde entonces.

Aquello me impacto, marco un antes y después de mi sexualidad.  Mi masculinidad se ponía dura al la partydera y sentir los latidos de Moroder, escuchar la voz sirena de Summer, todo mesclado con las pastillas.  El alcohol.  Southern Confort en el pre funk.  Cocaína y hierba.  

Las pastillas qualudes vibrándolo todo y con el sexo duro me tropecé varias veces con tipos que no tenían por qué pensar que no fuera maricón y bueno tremenda pesadez.  La esperanza es lo último que se pierde y yo estaba para los cuadros.  

La música fue el imán que por las noches me empujaba al Fox.  Yo no lo sabía.  Mi cabeza porque mi cuerpo sí.  El sonido que derrumbo el Rock, canciones que apenas se encontraban en la radio.  La raíz de lo que hoy es la movida Dance.  

Blondie

Blondie la conocía del colegio.  La secundaria.  Blondie era hippie y por eso me sorprendió verla entrar al Fox con los pocos gringos de nuestro high school.  Desde que nos conocimos yo le resultaba demasiado cubano y siempre trató de americanizarme.  Fue Blondie la que mando a su amigo que vivía en nuestro barrio, un vikingo con una teja larga rubia como Blondie, tocó la puerta de mi casa para decirme que traía una hierba que Blondie le había pedido me diera para fumar y así iniciarme en dejar de ser un cuadrado.  

Esa noche aprendí las orientaciones sexuales de mis compañeros de clase.  La pase conversando con Blondie.  La música a full atravesando los enormes speakers del Fox no dejaban entendernos pero la palabras las pronunciábamos a gritos y de vez en cuando algo se entendía.  

“Sí, fumé lo que me trajo el vikingo.”

“A ver si se te quita lo square.”

Risas. 

Esa noche de risas llevaron a que tuviésemos Blondie y yo una conexión que yo desprecie de la forma más repugnante.  Esa noche de risas llevaron a que cuando nos encontráramos otra noche en un house party yo me la tratara de singar.  La nota me dio por eso.  Me le tiré encima en una cama de uno de los cuartos de la casa en cuestión y me forcejé, euforia tal que evitó la penetrara porque me vine ropa puesta y todo.  Blondie y yo no volvimos a reír desde esa noche.  No volvimos a conversar.  No nos dirigimos la palabra hasta mucho después.  Fue cuando a cuadras de casa nos cruzamos los carros y me contó que se había vuelto enfermera, que iba rumbo a la pincha, cosa obvia por la pinta uniformada que llevaba puesta.  Fue entonces que volvimos a conversar, nada como aquel largometraje en el Fox, y risas, volvimos a reír. 

2.

El viejo se inclinaba sobre la baranda.  Su vista sobre las aguas del canal de noche de lluvia y lágrimas negras por Blondie.  La llovizna la respuesta al pedirle perdón.  Sabía que era ella.  El simbolismo muy fuerte.  Se escuchaba entonces muy lejos, desde las aguas de otro canal, de otra noche, de muchas otras noches atrás.  Los latidos de Moroder.     

No hay comentarios: