Ernesto Hernández Busto en Hypermedia Magazine. Excelente ensayo que trata sobre libro de Carlos Manuel González Palacios.
EHB cierra su ensayo con carta de Gastón Baquero a
Lydia Cabrera.
Naciste en el día del nacimiento de la República, y tú y yo sabemos a
cuánta maravilla sabe la palabra República, la República. Lo que eso quiere
decir para los cubanos con un poquitico de raíces criollas intactas, es difícil
contarlo a los extraños. Ahora andan sueltos por ahí y por aquí, y por todas
partes, algunos cubanitos comemierdas que dicen no sentir la patria, ni
importarles nada su destrucción y su pena. Yo creo que adoptan esa pose, no por
la cursilería de hacerse los europeos o los norteamericanos, sino porque les
falta el valor de amar a Cuba, de querer a la patria, y estar lejos de ella.
Para no sufrir, fingen no amar, no sentir nostalgia, ni echar de menos las
raíces. Han hecho de la expatriación una despatriación, para que no les duela
la diáspora, porque su egoísmo, su frivolidad y su hedonismo de quincallería
les exige quitarse del corazón todo lo que pueda llevarlos al santo insomnio de
Cuba.
Quienes, ciegos ante la historia y ante la verdad de esa República, han creído posible borrar las fechas, anular la manera martiana y pura de la convivencia, destruir todo el edificio de la República (dicen ellos que por tener grietas aquí y allá, goteras y defectos en la cumbrera exterior del tejado), no han podido hacer otra cosa que encadenar y retrotraer a Cuba a otra manera de colonia, cien veces más atroz que la anterior. No celebran el 20 de mayo, ni el 10 de octubre, ni el 24 de febrero, ni el 7 de diciembre, porque se han quedado sin raíces y sin libertad —¡el bien de los bienes, hasta para las bestias!— y pretenden que su patria está en Moscú y que su Céspedes es Lenin; su Martí, Fidel; y su Maceo, el Ché. Decían “patria o muerte”, y la gente aplaudía; aplaudía hasta que descubrió que lo que querían decir estos cabritos era “patria muerta”. Decían traer la libertad, la paz y el bienestar para todos, y lo que trajeron fue la M del marxismo-leninismo, que en el vientre trae únicamente, y siembra en cuanto se apodera de un país, las cuatro emes terribles: muerte, miseria, maltratos y mierda. Y si al horror del marxismo-leninismo le agregas a Castrico y su morralla, ¡quiquiribú mandinga!.
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