El dialogo esta cada día más cerca. Bueno, en efecto, ya se está hablando.
Los grupos pro-diálogo en el exilio cubano han ganado terreno ante un cambio demográfico indetenible. El gobierno cubano tampoco es un ente monolítico, sino un espacio dinámico donde ahora mismo se rearticulan posiciones, que abarcan un abanico plural: desde el inmovilismo de matriz estalinista, pasando por sectores proclives a una reforma sustancial en los marcos del socialismo, hasta las aspiraciones de la tecnocracia militar-empresarial que anhela reformas económicas al estilo chino.
La cuestión del perdón resulta sumamente espinosa para muchos cubanos. Por ello, se hace imprescindible concienciar acerca de su necesidad. El país, la nación, están en una encrucijada que definirá su futuro. De lo que hagamos ahora dependerá la Cuba que tendremos, la que legaremos a nuestros hijos –y muy posiblemente también la de los hijos de estos. O logramos un entramado de relaciones nacionales donde todas las tensiones estén dispuestas a tributar a la armonía y al compromiso con lo común, o el país será por muchísimo tiempo una víctima segura de la disgregación, del desconcierto, del oportunismo de algunos (tanto nacionales como extranjeros), de la pobreza de muchos y del desequilibrio extremo…
El goce de todos los derechos en Cuba no es un asunto que exige estudio, diálogo y consenso, sólo en relación con quienes emigran. Es una urgencia también para el bienestar de aquellos que residimos en el Archipiélago. Para lograrlo es necesario promover el estudio de toda la realidad cubana y la confianza entre todos aquellos que poseen maneras disímiles de entender cómo debe ser la vida en cada ámbito de la nación: la economía, el trabajo, la educación, la información, el derecho y la política, por solo citar algunos ejemplos.
Se hace imprescindible destacar el esfuerzo del Estado cubano para sostener un proceso sistemático de diálogo con todos los países del planeta. Sin embargo, en este empeño no podrá faltar la faena reconciliadora con Estados Unidos. Esto deberá asumirse por muchas razones, por ejemplo: nos acercan lazos históricos y culturales, allí reside la inmensa mayoría de la emigración cubana, ha de ser por naturaleza nuestro más cercano e intenso socio comercial y, hasta ahora, constituye la potencia más importante del mundo.
El reconocimiento de la existencia de un país política y culturalmente plural, y la necesidad de rearticular el consenso político entre los cubanos, se alzan como dos pilares fundamentales para garantizar la estabilidad mínima de la nación en el futuro próximo. Esta nueva concertación, demanda, necesariamente, del diálogo entre actores diversos, algunas veces antagónicos. Asumir la necesidad de desplegar en Cuba una agenda que permita una interacción equilibrada entre dichos actores, exige que la Iglesia Católica asuma cada vez más una gestión facilitadora efectiva...
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