Mira, mi bien, cuán mustia y desecada
Del sol al resplandor está la rosa
Que en tu seno tan fresca y olorosa
Pusiera ayer mi mano enamorada.
Dentro de pocas horas será nada…
No se hallará en la tierra alguna cosa
Que mudanza feliz o dolorosa
No se encuentre sujeta y obligada.
Sigue a las tempestades la bonanza;
Siguen al gozo el tedio y la tristeza…
Perdóname si tengo desconfianza
De que dure tu amor y tu terneza;
Cuando hay en todo el mundo tal mudanza,
¿Sólo en tu corazón habrá firmeza?
José María Heredia (1818)
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