Hermanos de causa. Después de todo, eso fue lo que fuimos. ¿Fuimos amigos? Por supuesto. Tomas Rodríguez, su nombre aquí no lo quería recordar hace 15 años en post de cuando nuestra relación cotidiana llegó a su fin. Ramón Humberto Colás lo recuerda con más cariño tras un accidente automovilístico se llevara de este mundo a Tomas. Cosa del destino supongo. Tomas se la pasaba todo el tiempo manejando por las calles de Miami haciendo deliveries y otros quehaceres de su pincha para ganarse los frijoles. Casi siempre con uno de sus dos teléfonos celulares en una de sus manos mientras la otra en el timón. A pesar de varios intentos por recibir grants de los yumas para su activismo, lo cierto siempre fue que como lo nuestro en la radio, todo lo hizo por cuenta propia o con fondos recabados por la organización anticastrista que dirigió por muchos años y de la que me expulsó aun cuando yo la integraba desde su fundación igual que él.
Cosa del destino supongo. Poco antes de que lo mataran, la última vez
que vi a Tomas fue en la Ermita de la Caridad de Miami. Fue durante una misa por la memoria de
Oswaldo Payá y de Harold Cepero, dándole la paz al pasarme por delante. Mi gesto, me dijo, le hacía mucho bien. Nos reconciliábamos supongo. En lo personal, ya hacía años le perdonaba lo
de mi expulsión y la radio. Y hoy le
sigo deseando la paz. Después de todo,
hermanos de causa, eso fue lo que fuimos.
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