Desde hace más de veinte años hay en nuestra isla un nuevo tipo de reportero. El adjetivo “independiente” los diferencia de los oficiales. Ellos enfrentan otros riesgos, disfrutan de otras oportunidades. Como es de suponer, muchos no cursaron estudios universitarios, pero aprendieron a contar lo que escondía la prensa partidista, se hicieron especialistas en la denuncia, se cultivaron en el lado oculto de la historia. En la primavera del año 2003 todo lo que parecía peligro y riesgo se convirtió en castigo. Muchos de ellos fueron a la cárcel a cumplir penas de diez, quince, veinte años. La mayoría está todavía tras las rejas.
Los bloggers llegamos después, entre otras razones porque la tecnología ha tenido una lenta aparición entre nosotros. Me atrevería a decir que las autoridades no se imaginaban que los ciudadanos apelarían a un recurso planetario para expresarse. El gobierno controla las cámaras de los estudios de televisión, los micrófonos de las estaciones de radio, las páginas de revistas y periódicos que se localizan en el territorio insular, pero allá arriba, lejos de su alcance, una red satelital -satanizada pero imprescindible- ofrece a quien se lo proponga la posibilidad de “colocar” sus opiniones de forma prácticamente ilimitada.
Les llevó tiempo comprenderlo, pero se están dando cuenta. Ya saben que para silenciar a un blogger no pueden usar los mismos métodos que lograron acallar a tantos periodistas. A estos impertinentes de la web nadie puede despedirlos de la redacción de un diario, ni prometerles una semana en Varadero o un auto Lada como compensación, mucho menos podrían captarlos con un viaje a Europa del Este. A un blogger, para anularlo, hay que eliminarlo o intimidarlo y esa ecuación ha comenzado a entenderla el estado, el partido… el General.
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