domingo, 1 de enero de 2012

¿Cambian las cosas?

A la pregunta de si cambian las cosas en Cuba, posiblemente la opinión negativa o dubitativa tenga un número estimable de adeptos. Porque, como la transformación, o la renovación son términos que por lo común incluyen la gradualidad y rechazan la erupción, tal vez nada de cuanto se ha renovado hoy en Cuba posea relevancia, porque todavía no ha ocurrido «algo grande». Y qué es eso grande que algunos dicen que no ha pasado. ¿Cuál es esa prueba sin cuya ocurrencia nada de cuanto se ha decidido y legislado en Cuba implica pasos hacia el mejoramiento de nuestra sociedad, de modo que sea más inclusiva, más abierta, con mayores espacios para las fuerzas productivas? Tal vez alguien espere un acto en que de pronto la contraseña sea el «sálvese quien pueda» del capitalismo en país pobre. ¿Es esa la forma apropiada para insuflar vigor a la esperanza?






No soy iluso, ni ingenuo, que son los insultos aparentemente benignos con que a veces unos u otros pretenden invalidar el juicio opuesto al suyo. No obstante decretos leyes tan principales que aumentan el espacio democrático de los ciudadanos, como la venta de casas y de autos, y otros como la extensión del trabajo por cuenta propia, la venta directa de los productores agropecuarios a los establecimientos del turismo, los créditos bancarios a productores para invertir y a ciudadanos para edificar sus viviendas, a mi juicio, sin ilusionarme en exceso, resulta previsible un período de contradicciones y paradojas. Pues si hablamos de proceso, de gradualidad para aplicar la estrategia aprobada en el Sexto Congreso del Partido y que tuvo como fundamento más de setecientas mil sugerencias de la ciudadanía; si hablamos de proceso, pues, lo que ha ganado vigencia legal hasta este minuto, es solo una mínima parte del programa. Por tanto, es natural que aún suframos contradicciones.







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