martes, 31 de enero de 2012

Un Asere en Saskatoon

A mis lectores latinoamericanos quizás Saskatoon no les diga mucho, comienzo entonces por explicarles que se trata de una ciudad canadiense situada aproximadamente al centro de la provincia de Saskatchewan, no es muy grande (unos doscientos cincuenta mil habitantes), cuenta con un hermoso y apacible río, siete puentes, tres grandes hospitales, varias universidades y una intensa vida cultural, especialmente teatros, museos –entre estos el ucraniano- y música culta, y hay tres cosas más que puedo decirles con relación a esta urbe: la primera es que allá hace frío o, mejor dicho, muchísimo frío, en oportunidades hasta cuarenta grados centígrados...bajo cero -lo que resulta demasiado para nosotros los caribeños-, la segunda es que allá vive Felito, un cubano de Santa Isabel de las Lajas y la tercera.. una interrogante que dejaré para el final del presente Relato.



Mi presencia allá era acompañando como cronista a una importante agrupación coral de Ottawa (la capital), la visita tenía por objetivo preparar un concierto conjuntamente con un renombrado coro de la localidad en el que serían interpretadas Salve Regina y Popule Meus, dos piezas de José Ángel Lamas, un destacadísimo aunque poco conocido por estas latitudes compositor venezolano del siglo XIX, Venite Filli y Pange Lingua, composiciones de José Francisco Velásquez el Viejo y el Joven respectivamente, también venezolanos de la misma época, y todos miembros de la renombrada Escuela de Chacao que dio brillo y distinción a la música culta de la Caracas de finales del siglo XVIII y principios del XIX, cerraría la presentación el Gloria en D Mayor de Antonio Vivaldi, la famosa obra de este maestro del barroco italiano del siglo XVII, así que las composiciones venezolanas iban a plantarle cara a lo más selecto de la música clásica europea y allá fuimos a defenderlas.



La llegada a Saskatoon fue sin mayores contratiempos y casi de inmediato nos pusimos a trabajar, durante los ensayos las agrupaciones corales rápidamente confraternizaron porque no en balde la música hermana a pueblos y gentes en ocasiones muy diversas, y la mejor muestra de esto era la presencia de un cantante de raza negra en el grupo de tenores del coro local, individuo que resultaba muy llamativo porque en una ciudad donde casi todos son descendientes de suecos, alemanes o ingleses este intérprete era algo poco común al igual que poco común era el apasionamiento que imprimía a su excelente voz, especialmente con las composiciones venezolanas que, como toda música sacra, era de interpretarse de una manera más sosegada



-Canta bien este señor, me permití señalarle al Director del coro.



-Sí, ya me había percatado, lo hace muy bien, le pone alma, vida, y además tiene muy buena voz, por supuesto la pronunciación se aleja de la del grupo, y hasta donde he podido escucharlo no parece ser la propia de los inmigrantes africanos bastante comunes en este país, ni tampoco la de los caribeños de habla inglesa, es como la de los latinoamericanos, probablemente sea dominicano o venezolano…



-Pues no me parece así, yo creo que este tío es cubano…



-¿Cubano?, y ¿por qué?



-Mire no sabría cómo explicárselo, pero los cubanos nos reconocemos dondequiera que estemos aunque no hayamos cruzado una sola palabra, pero eso se lo voy a averiguar pronto, en el próximo descanso…



Y efectivamente, minutos más tarde, en el transcurso de un tiempo libre me acerqué al singular tenor.


-Disculpe señor, ¿habla español?


-Sí, cómo no…


-Y, ¿es cubano?


-Claro que sí, ¿ y tú también eres cubano?


-Sí, también, de La Habana…



-¡Coñoooooooooooo asereeeeeeeeeeee!, hacía años que no veía un cubano por aquí, yo soy Felito –me dijo dándome un fuerte apretón de manos-, de Santa Isabel de Las Lajas, la tierra del Benny (*).



-Oye y será por eso que estás en esto del canto…



-Claro asere, los lajeros somos cantantes desde que nacemos, eso se lleva en la sangre, pero aquí no hay chance de echar un bolerito ni una salsa así que me tengo que conformar con esto del coro, por lo menos me mantengo en forma, y no pierdo las esperanzas de darle de nuevo a la salsa, te digo, algún día pondré a estos canadienses a cantar la Guantanamera, te lo juro…, yo soy un hombre de una sola palabra.



Una nueva llamada para continuar los ensayos interrumpió la recién comenzada conversación sin embargo Felito alcanzó a decirme mientras se alejaba:



-Oye, espérame a que terminemos esto que nos vamos pa’mi casa y seguimos hablando.


-O.K. Felito, sin problemas, pero voy con el Director, nos invitas a un café…


-¡Claro!


-No, claro no, fuerte, café fuerte, cubano.


-¡Seguro chico!, no hay lío, les voy a dar café fuerte, a lo cubano… ¡yo soy un hombre de una sola palabra!



Y así fue, terminada la jornada nos fuimos pa’su casa –un confortable apartamento en las afueras de la ciudad- donde vivía con su esposa y los muchachos. La acogida que nos dispensó fue de primera, especialmente la dueña de casa quien ya estaba avisada de nuestra visita; Galyna, ucraniana, nos quiso deleitar no con un simple café sino con lo mejor de la gastronomía de su país: borsch, una sopa fría hecha a base de remolacha, huevo, tomate, harina y otros vegetales, y aunque en Cuba se dice que “los guapos no toman sopa” (y esto es importantísimo), aceptamos de buena gana el ofrecimiento pero luego de haberla calentado convenientemente porque eso de sopas frías con nosotros sí que no va, a este plato siguió el varenyky, una pasta rellena con queso y carne, parecida a las empanadas venezolanas aunque más pequeña y cubierta con mantequilla, zrazy, carne de ternera enrollada con champiñones y papas, de bebida una sabrosa kvas con muy bajo grado de alcohol, como postre la famosa mermelada de fresa, especialidad de la ciudad en donde nos encontrábamos y por último el esperado café, bien caliente, humeante, fuerte y ligeramente amargo, hecho por Felito con lo que cumplía su palabra empeñada.



Por supuesto hubo tiempo para indagar acerca de cómo y por qué habían llegado a este distante y frío punto del globo:



-Esa es una historia un poco larga, pero para no darles muchas vueltas empieza así: ya les dije que era de Lajas, de joven me dio por cantar y andaba con un grupito por Trinidad, Santa Clara, Sancti Spíritus y demás pueblos de la zona, ¡llegamos hasta La Habana!, pero pasábamos más trabajo que un forro de catre, no había transporte, otras veces tampoco teníamos hoteles donde quedarnos durante las giras, una madrugada la pasamos a la intemperie en el parque de Cienfuegos, los ensayos también eran tremendo lío para reunir a la gente, al final músicos y cantantes se fueron yendo del grupo hasta que se desintegró y yo, que también tenía habilidades para la mecánica, me metí a trabajar en el central “Mal Tiempo” por allá por Cruces, ahí estuve hasta que la juventud (**) hizo una convocatoria para ir a trabajar a Siberia y ahí me colé.



-¿¡A Siberia!?, dijimos casi al unísono el Director y yo.



-Sí, a Siberia, a cortar árboles, pinos, eso fue por allá por los ochenta, imagínense ustedes a este negro lo contento que estaba, ¡era la primera vez que iba a salir de Cuba! y el asunto me tenía todo trastornado; joven y sin problemas estaba ansioso por irme a ver otro mundo aunque fuera un bloque de hielo. Cuando me monté en el avión de Aeroflot, -era la primera vez que me montaba en un avión-, yo mismo me dije: Coño negro, ahora sí que te la comiste asere, ahora sí. En ese grupo íbamos como sesenta, alguien en el avión señaló que yo era cantante así que no me quedó más remedio que echarles algo de mi repertorio a los compañeros de viaje, a capella por supuesto, pero salió bien y así comencé como cantante internacional.



-Oye y ¿cómo siguió la cosa, cómo les fue por la Unión Soviética?- inquirí en esta oportunidad-.



-Mira, llegamos bien a Sheremetyevo, el problema fue al salir del aeropuerto, ¡qué fricando (frío) asere!, estábamos a finales de octubre, en La Habana nos habían dado un abrigo y un gorro bastante pesados, de esos que usaban los bolos (***) en la Segunda Guerra Mundial y yo pensaba que eran un fenómeno, que con esta indumentaria me batía con cualquier frío que viniera pero que va compay, aquello era peor que las películas rusas, los dientes me chirriaban, la nariz y las orejas se me ponían moradas y los dedos no me los sentía a pesar de los guantes pero así y todo fuimos a dar las consabidas y obligadas vueltas por Moscú: el Kremlin, la Plaza Roja, el Mausoleo de Lenin, el Metro, y…claro… era también la primera vez que montaba en un tren subterráneo, ese fue de los sitios que más me gustó de la ciudad porque aparte de bonito, estaba caliente, o por lo menos un poco más caliente.



-¿Y qué te pareció Moscú?



-Mira me dejó “pasmao”, yo nunca había visto nada tan grande, pero lo que más me llamó la atención era que mucho había sido construido en la época de los Zares, edificios antiguos, y en ese entonces yo creía que allá todo había sido hecho por la gran Revolución de Octubre; la Plaza Roja, que es donde hacen los desfiles militares, es de los Zares, el famoso Kremlin lo mismo, un montón de Iglesias y Catedrales también, los museos, igual, de la época del comunismo tenían el Metro, la tumba de Lenin, unos edificios grandotes de cuando Stalin y la Universidad, donde también había algunos cubanos, pero la pasé muy bien en Moscú; yo me quejaba del frío pero eso era solo la antesala, lo jodido fue cuando tuve que irme para Siberia… ¿ustedes han visto alguna vez a un negro ponerse cenizo?, pues a mí me pasó, es lo más feo que hay en el mundo, en cuanto llegué la bemba se me puso tiesa, los ojos vidriosos y me lloraban constantemente, la piel reseca y me cambió de color...



-Ah, no me vayas a decir que te pusiste blanco -le dije en tono de broma-.



-No, no, se me puso como la ceniza, medio grisosa, ¡qué feo asere!, las manos, los pies, la nariz y las orejas me dolían y allá sí que se me congelaron hasta los co....



En este punto una oportuna intervención de Galyna evitó que Felito fuese más explícito en señalar qué parte de su anatomía había resultado más afectada por las bajas temperaturas, comprendiendo la situación me decidí a cambiar un poco el tema:



-Eso se entiende Felito, pero y en lo de cortar árboles ¿cómo te fue?



-Aquello era una locura asere, los cubanos no podíamos cortar ni una ramita, mira, casi no podíamos salir de los albergues, yo no sé a quién se le ocurrió la idea de mandarnos para allá, esos eran los disparates del comunismo; la suerte mía fue lo del canto, me junté con otros que más o menos sabían algo de música e hicimos un grupo cultural, tú sabes que a los camaradas les encanta eso de la cultura, y nos pasábamos la mayor parte del tiempo inventando ensayos y en cuanta actividad se les ocurría a los bolos y a los cubanos: que si un cumpleaños, un acto político, las asambleas de producción, el aniversario del Partido de Kalimantán del Sur o el de La Güinera (barrio de La Habana), en fin, cualquier cosa que hubiera y si no había nada la inventábamos, pero el asunto es que la gente se aburre de tener siempre la misma cantaleta, ya estábamos en baja cuando llegaron una gente de Granma y Juventud Rebelde a hacernos unas entrevistas, aquello fue un corre-corre del carajo, ellos querían unas fotos de la producción que habíamos logrado y la verdad es que llevábamos semanas sin cortar un árbol, qué un árbol, ¡ni una hoja!, tuvimos que hablar a toda carrera con los rusos para que nos prestaran los que ellos habían cortado –esa gente sí trabajaba- y poder retratarnos con los troncos, así fue y aparecimos en la foto como “Héroes del Trabajo Socialista” en toda la prensa cubana y hasta en la televisión, éramos los muchachos que desafiábamos el clima, la lejanía de la patria, de la familia y las dificultades del lugar para garantizarle la madera al pueblo, también hicieron un especial con el grupo musical interpretando la “Guantanamera” en el que puse a los rusos a cantarla, ahí estaba yo, en primer plano, Director y cantante del grupo…



-Oye todo eso está muy bien Felito pero ¿cómo viniste a dar hasta aquí?, porque de Siberia a Saskatoon hay tremendo tramo, pregunté nuevamente.



-Mira eso es un poco más complicado, el caso es que ya te había dicho lo del frío, y yo no lograba acostumbrarme, era demasiado asere, pero afortunadamente cuando ya estaba desesperado –eso fue a finales de febrero- apareció Galyna, ella venía de Ucrania a ocuparse también en lo de la madera, era una mujer fuerte, allá trabajaba en un koljós, en la agricultura, y no le importaban el frío ni la nieve ni el aire helado, había nacido y crecido acostumbrada a esto; desde que la vi me dio el flechazo y me dije, ¡qué va, esta mujer es mía!, así fue que empecé a caerle atrás, a enamorarla, me acuerdo que la primera vez que hablé con ella le pregunté de qué parte de Rusia era y casi me come vivo, me respondió emberrenchinada no rusa, no rusa, ucraniana, ¡ucraniana!, para desquitarse entonces ella me preguntó que de qué parte de África era yo y ahí tuve que responderle no africano, ¡cubano!, ¡cubano! y como dice el dicho que donde hay desquite no hay agravio de inmediato hicimos las paces, le eché un par de boleritos y al final cayó, rápidamente nos casamos, a partir de aquí ya dormía caliente todos los días. La locura de los cubanos en Siberia se acabó, definitivamente nosotros no estábamos hechos para aquello, me fui para Cuba con mi rusa ( recuerden no decirle rusa, que se molesta, y esto lo dijo en voz muy baja) pero entonces era al revés, el calor no la dejaba vivir y las necesidades que pasábamos por allá con la cosa del Período Especial la tenían trastornada, conclusión nos fuimos para Ucrania, ya teníamos un muchacho, y por allá a inventar para vivir, pero tampoco la economía andaba bien por aquellas tierras, así que luego que tuvimos a la niña vinimos para acá, Galyna tiene una hermana por estos lados que fue la que nos remolcó hasta acá.



-Oye ¿y cómo les ha ido?



-Mira bastante bien, ya llevamos aquí como cinco o seis años -seis años Felito, rectificó Galyna- y tengo bastante trabajo, gano bien...



-¿Qué haces?



-Volví a la mecánica, que aquí es bastante diferente a la de Cuba, allá te acuerdas que teníamos que estar inventando todo el tiempo y tratando de reparar las piezas porque casi nunca se conseguían los repuestos, aquí no, el mecánico lo único que hace es cambiar piezas, hay veces que cambio algunas que me dan hasta deseos de llorar porque allá les hacíamos cualquier invento y seguían funcionando un montón de tiempo, aquí no, la botas y pones una nueva, pero bueno, esto es diferente, y también tengo un trabajo con la gente de la conservación de la fauna...



-¿Entonces también te metiste a veterinario?



-No, no, nada de veterinario, mira, aquí hay grupos de esos que se dedican a la protección de la fauna y andan por los lagos, bosques y mares del norte cayéndole atrás a los bisontes, caribúes, osos, morsas, ballenas y a todo cuanto se mueva, hay veces que se meten hasta Nunavut(****)...



-Oye eso huele a lejos...



-Claro, eso está pegado al Polo, yo me voy con esa gente para allá pero lo mío es la mecánica, pendiente de arreglar cualquier problema que tengan los carros, las lanchas, las plantas eléctricas, etc.


-Coño pero eso debe ser peor que Siberia!!!


-Y sí que lo es, hay veces que ni siquiera se puede hablar del frío que hace...


-¿Y así tu pretendes poner a los canadienses a cantar la Guantanamera?


-Mira no es que yo pretenda, te garantizo que algún dia lo logro, es más, el dia que vea a esta gente cantando la Guantanamera me voy para el Polo a cazar osos en calzoncillos y camiseta en el mismo medio del invierno, y yo soy un hombre de una sola palabra, bueno, ustedes lo saben.



Galyna lo miró un tanto de reojo como pensando que no había necesidad de tanto alarde mientras nos presentaba al tercer y último hijo de la pareja, nacido en Canadá.


-Bueno Sr. Felo -era ahora el Director- no hay necesidad de tomarse eso tan a pecho, lo importante por el momento es tenerlo a usted listo para el concierto del próximo sábado...


-Y precisamente -interrumpió Galyna- ese día es el cumpleaños de Felito así que lo podemos celebrar en el teatro...


-Mire qué bien, seguro que lo festejaremos por allá, y además gracias por decírnoslo porque así le tendremos preparada alguna sorpresa al cumpleañero, dijo el Director mientras nos echaba una mirada entre cómplice y enigmática.



Y en efecto, como todos los sábados llegan, llegó el sábado del Concierto, las composiciones venezolanas de Lamas y los Velázquez (el Viejo y el Joven) fueron interpretadas con singular maestría que arrancó numerosos aplausos de los asistentes, el cierre, con la música de Vivaldi, resultó impecable y con él se daba fin a la presentación, sin embargo, cuando ya parecía haber concluido todo el Director pidió unos minutos para decirle a la concurrencia que uno de los integrantes del coro local se encontraba de cumpleaños y para él pedía un fuerte aplauso no solo por su onomástico sino también por su desempeño durante años en la carrera artística, el público complaciente lo ovacionó y luego del cumplido nuestro Director hizo uso nuevamente de la palabra para ofrecerle al homenajeado como regalo especial una canción mientras el coro de Ottawa dejaba escuchar las inconfundibles notas iniciales de la canción que mejor identifica a los cubanos, la Guajira Guantanamera contagió a los asistentes con su particular sabor caribeño, muchos se sumaron a la interpretación y hasta bailaron el sabroso son que ya se había convertido en algo de todos. Una nueva ovación cerró el espectáculo mientras me dirigía al sitio donde un incrédulo Felito, junto a su familia, se resistía a creer lo que sus oídos acababan de escuchar.



-Bueno Felito, ¿qué te pareció lo de La Guantanamera?


-Muy bueno, me cogió de sorpresa, y también que me lo dedicaran por lo del cumpleaños, ¿de quién fué la idea?


-Del Director, la había montado hace ya algún tiempo, lo único que hizo fue aprovechar la ocasión, ahora lo que falta es la segunda y la tercera parte...


-¿Cuál segunda y tercera parte?


-La segunda es cantarte el Cumpleaños Feliz y picar el cake, recuerda cuando vayas a soplar las velitas pedir un deseo...


-¿Y la tercera?


-Ah, la tercera..., ¿no recuerdas que en tu casa dijiste que el día que vieras a los canadienses cantando la Guantanamera te ibas para el Polo a cazar osos en calzoncillos y camiseta?, ¿no fué así Galyna?


-Sí, él lo dijo, y además que se iba en el medio del invierno...


-Entonces lo que queda es cumplir la promesa; ya nosotros nos vamos, apenas tenemos tiempo para hacer las maletas pero no te preocupes Felito, nos vemos en diciembre y nos vamos al Polo a lo de la cacería, aunque no tiene que ser precisamente en el Polo, podemos ir hasta Nunavut, te voy a sacar fotos y todo, para que no haya dudas en el futuro...



En efecto regresé a Canadá en diciembre, lo primero que hice fue llamar a Felito y recordarle la promesa, pero me dió la impresión de que estaba un poco acobardado aunque quedó conmigo en que dejaríamos lo de la cacería para enero o febrero, me aseguró que él es un hombre de una sola palabra (ya eso lo sabemos) , pero no sé, me parece que hay algo que no anda bien, ¿qué creen ustedes?






Ottawa. Canadá. Dic./2011.



(*) Benny Moré, nombre artístico de Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez, afamado intérprete de música popular ya desaparecido.


(**) "juventud": se refiere a la Unión de Jóvenes Comunistas, UJC.


(***) bolos: nombre con que popularmente eran denominados los soviéticos en Cuba.

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