¿Por qué tenemos que vivir
resignados a que nos vean desde afuera como un país tecnológicamente atrasado?;
¿Por qué tenemos que vivir de favores para tener comunicación con nuestros
familiares lejanos?; ¿Cuánta verdad sobre nosotros hay en Internet si solo unos
pocos son los que pueden salir?; ¿Qué porciento representamos en el mundo?… A
mi edad, son precisamente esas las preguntas que me llevan a cuestionarme
seriamente muchas otras cosas.
Muchos hoy en día gozan de
un Internet legal, ilimitado, permanente y gratis, basado solo en que este es
“necesario” para el correcto desempeño de su trabajo y con esto no hacen otra
cosa que agrandar la brecha tecnológica ya existente entre los que tienen y los
que no –tal y como pasó con los celulares por largo tiempo-.
A esos que piensan así me
gustaría recordarles que YO TAMBIÉN NECESITO INTERNET; para ayudar a mi hijo en
las tareas de la secundaria; para saber que sucede en el mundo; para
restablecer vínculos con antiguos compañeros de clases; para dejar constancia
de que alguna vez existí y no quedar como un anónimo; para conocer otros
lugares –ya que no los puedo visitar-; para darle seguimiento a nuestros
artistas en las redes sociales y que aumente su popularidad; para aprovechar
los avances tecnológicos y culturales; para sentirme parte del mundo y que el
mundo tenga parte de mí.
Necesito Internet porque
más que un lujo es una necesidad, una necesidad del ser humano de interactuar
con otras culturas, con otras personas, con otras filosofías, con otras formas
de pensar.
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