Ni Sherlock Holmes ha inventado formas más
ingeniosas de llevar adelante una pesquisa para resolver el misterio de la
viejecita aparecida un sábado a las 12 de la noche en mi cuadra. Todo es en
vano. Margarita me habla de su vida. De lo contenta que iba en su caballo. Del
tren, de la línea, de que no había comido (otra vez no me dejan darle nada).
Entonces… la policía. Tengo un poco de
miedo de enviarla a la estación a su suerte. A esperar por alguien que quizá no
exista. A dejarla ir contando sus historias de tiempos pasados que debieron ser
más felices. Pero pasados al fin y sin remedio (el tiempo… el implacable).
Susana Gómez Bugallo: Margarita
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