Decía un gran escritor italiano, Pirandello, que los escritores se quedarían sorprendidos si supieran de cuantas maneras distintas los lectores interpretan sus palabras. Ahora, bien: si esto vale para los escritores no es difícil imaginar cuantas distintas interpretaciones se puedan dar a las palabras de los lideres, sean ellos políticos o religiosos, aun mas por parte de quienes tienen interés a mal interpretar sus declaraciones para traer ventajas a su parte política frente a la opinión publica.
Esto es exactamente lo que esta pasando en los últimos tiempos con referencia a las declaraciones de las altas esferas de la Iglesia católica, como ocurrió en Cuba con las invitaciones a rezar para que Dios mantuviera en buena salud al tirano de la isla, como paso también en el mundo con el mensaje del Papa Benedicto XVI sobre la relación entre fe y violencia en el Islam, como volvió a pasar en Cuba cuando el cardenal Bertone, en su ultima visita, se dedico a bendecir a Castro junior, evitando hablar de derechos humanos y menos aun de encontrarse con algún dirigente de la oposición cubana.
Merece la pena y es importante considerar como las reacciones que han generado los presentes conflictos entre la Iglesia católica y la opinión publica -en Cuba y en el Exilio en el primer caso y en las comunidades islámicas en el segundo- se hayan originado propiamente de la “interpretaciones” de las palabras pronunciadas o escritas por las jerarquías católicas.
En el “caso cubano”, las relaciones de la opinión publica –en la isla y el exilio- se han manifestado con medios que podríamos definir “moderados”: criticas y condenas se han limitado a transmisiones radiales o artículos de periódicos, sin salir nunca de los limites de la civil contestación; por lo contrario, criticas y condenas de la mayoría de la opinión publica islámica se han manifestado con medios que todos son menos que moderados: paradójicamente para demostrar que el Papa se había equivocado con sus declaraciones sobre la violencia propia del Islamismo, sectores religiosos de tal comunidad han quemado iglesias católicas, han manifestado gritando como locos, con los ojos fuera de las orbitas, por las calles de varias ciudades indias y árabes y todo parece indicar que también el asesinato de una monja católica en un hospital de Mogadiscio fue obra de los fanáticos musulmanes.
Para no incurrir también en nuestro análisis en errores de interpretación, hace falta establecer, como punto de partida, categorías de razonamiento comunes, compartidas. Comencemos por lo tanto, con aclarar que “comunicar” en sentido estrictamente eclesial significa “dar la Eucaristía,” es decir el “cuerpo de Cristo,” perpetuando el precepto establecido por Jesús en la Ultima Cena, antes de su sacrificio extremo de la Crucifixión. Es decir que comunicar equivale, en términos religiosos católicos, a “transmitir el Evangelio.”
Los problemas de “comprensión” empiezan cuando el magisterio eclesial deja este terreno, que le es peculiar, para aventurarse en aquel de la comunicación propiamente dicha, dirigiéndose no solamente a su comunidad religiosa, sino a todos: creyentes y no creyentes, cristianos católicos o menos.
En este pasaje, con sus declaraciones en Alemania, el Papa “regreso” –en aquel momento- a ser el Cardenal, es decir que Benedicto XVI se ha “achicado” en la toga del cardenal Ratzinger. En tal modo ha dejado la perspectiva universal, que debe de caracterizar al heredero del Apóstol Pedro, para limitar su visión de la humanidad a aquella euro y cristiano-céntrica. Solamente Dios omnisciente sabe como al Cardenal le pudo ocurrir la idea descabellada de recuperar las frases de un emperador bizantino y echarlas como una bomba de tiempo a los medios de comunicación del tercer milenio. Y todo esto en una situación internacional ya extremadamente tensa... El resultado ha sido el desencadenarse de las reacciones violentas de los fundamentalistas musulmanes en todas las latitudes, bien alimentadas, obviamente, por parte de “los profetas” que han desenterrado la antigua aspiración a islamizar el Occidente, aspiración que ahora ya no es foránea ni siquiera a lideres que se habían vuelto moderados, como el presidente libio Gheddafi después de la robusta terapia del presidente Reagan.
Preocupado por las protestas –y añadiendo nuevos daños al daño ya echo- el Cardenal que se adueño nuevamente del Papa, intentado dar marcha atrás –como hacen los políticos cuando se dan cuenta de haber cometido una gaffe –y ha declarado que no quería expresar lo que había dicho. De tal forma los fundamentalistas se han envalentonado aun mas y han amenazado con poner bombas en la misma ciudad vaticana: parece que no están satisfechos con el haber enviado al turco Alí, en contubernio con los servicios secretos de la URSS, a intentar asesinar al precedente Papa y quieren intentarlo nuevamente con el Papa presente.
El error fundamental de la Iglesia cristiana es el de no haber seguido en su proceso de renovación y modernización, iniciado por el Papa Juan XXIII y seguido, en ciertas medidas, por Papa Juan Pablo II. Es decir que no se puede, en el tercer milenio y en la Polis global basada sobre la información masiva y sofisticada, insistir el utilizar técnicas que pertenecen al pasado, utilizando la pluma en lugar del computer y hablando a los creyentes como el cura de un pequeño pueblo y no como el Papa de la Iglesia Universal. Ser conservador no puede equivaler, para la Iglesia cristiana, a ser retrógrados. No entender los cambios que los tiempos requieren y utilizar el “go and stop” en el magisterio eclesial puede tener efectos devastadores no solamente para el cristianismo sino también para toda la sociedad Occidental.
Los acontecimientos que se han desencadenado no van a volver atrás. Seria ilusorio pensarlo. Hay demasiados intereses en el mundo islámico para que la situación se mantenga en continua ebullición. Y el Santo Padre, sin querer, ha ofrecido sobre un plato de oro una nueva ocasión a los profetas de la “guerra santa.” El primer interés de dichos profetas es profundizar las divisiones internas al Occidente, dejando a Estados Unidos aislado en su lucha en contra del terrorismo.
Ahora bien, volviendo al caso cubano, dicho interés se ha manifestado con claridad primero en la ultima cumbre de los “no alineados” en La Habana, donde se ha defendido, bajo la fachada del uso pacifico del nuclear, el rearmo atómico: como una novela kafkaiana la realidad cotidiana se vuelve pesadilla para los ciudadanos de estos países subdesarrollados, devastados por la miseria, que piden trabajo y se sienten contestar, de sus lideres reunidos en conclave, que “hace falta destruir al Imperio,” es decir aquel mismo país, los Estados Unidos, adonde ellos sueñan ir a buscar trabajo y condiciones decentes de vida.
Por otro lado, ¿Cómo olvidamos que ya Castro había afirmado de “hallarse como en su casa,” cuando visito Irán?
En los últimos tiempos, como si lo anterior no fuera aun suficiente el cardenal Bertone, cansado de esperar por el funeral del “líder máximo” de Cuba, ha adelantado los acontecimientos y ha visitado a la isla rehusándose a encontrarse con los lideres del “disenso” y olvidando por completo las condiciones de los derechos humanos en Cuba.
¿Cómo entender tal postura? En nuestra opinión es posible comprender si se considera que la Iglesia piensa en términos de siglos. Puede gustar o no pero la Iglesia piensa en como será la tierra cubana dentro de cien años y poco le interesan cual sean las condiciones actuales sean lo que opinan cuantos salieron de su Patria hace medio siglo y nunca han dejado la esperanza de poder volver a su tierra, cuando sea libre.
Si no se entiende esta forma de pensar y actuar de la Iglesia del Vaticano (www.vatican.va) no se puede tampoco entender la diplomacia vaticana y menos aun se puede comprender la misión del Evangelio de la Iglesia, que sobre pasa nuestro vivir cotidiano y ni siquiera considera las pasiones partisanas. Sirva en tal sentido lo dicho por el profesor de FIU (www.fiu.edu) Álvarez, un excelente experto de las historias de las religiones, quien ha recordado como el Papa en su visita en Estados Unidos, en Boston, encuentros con las victimas de la pedofilía de sus curas.
Además y en conclusión, hay que entender que para el Vaticano, el Islam es parte de un “affair” y Cuba no es mas que un “caso.” Y si nos ponemos a pensar en términos de siglos, como esta en la filosofía del Vaticano, podemos darnos cuanta de que cuando en la isla ya habrá una democracia bien establecida y nadie ni se acordara de los Castro, en otras regiones y países del planeta habrá ciento de millones que si seguirán recordando y venerando a Mahoma, el profeta de un Dios llamado Allah.
Esperemos que estas breves reflexiones sean de alguna utilidad a quienes piensan seriamente a como relacionarse con el Vaticano a favor de la liberación de Cuba, para que se pongan intelectualmente en condición de “dialogar,” es decir comprendiendo la filosofía del pensamiento de la Iglesia. En caso contrario no será posible dialogo alguno, porque se hablara con distintos idiomas y con distintas categorías de razonamiento.
Italo, un observador europeo.
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