A: Duodécima Estación: JESÚS MUERE PARA SALVARNOS.
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
Todos: Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.
B: Jesús ha consumado su vida y su obra. La muerte ha venido a convertir su fracaso en victoria, su dolor en entrega. La cruz en altar. "Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos"(Jn. 15,13). Cristo ha sellado su amor universal y su proyecto de redención con la entrega generosa y voluntaria de su vida. Los poderosos pensaban que le castigaban, que le arrebataban su vida, que le conducían a la muerte. Pero Jesús dice claramente "Nadie me quita la vida, yo la entrego voluntariamente" (Jn. 10,18). De modo que todo lo que hizo y dijo, lo hizo y lo dijo libre y responsablemente. Las estructuras de injusticia que lo juzgaron y lo condenaron a muerte reaccionaron ante la propuesta de vida y de plenitud de Cristo. Jesús hace lo único que puede hacer el que ya no puede hacer nada más: Se entrega en el único regazo que le acogerá en el dolor y la angustia: ese regazo definitivo son las Manos de Dios y Jesús grita con el último aliento de fuerza y de abandono: "Padre en Tus Manos encomiendo mi espíritu" (Luc. 23,46). Es la apoteosis de la confianza absoluta y plena en Quien no puede fallar jamás. ¿Nos hemos puesto en Sus Manos ante la incertidumbre del porvenir en Cuba?
A: Así es también nuestro mundo de hoy. Ante la cultura de la vida, los que tienen el poder reaccionan con la cultura de la muerte. El camino pacífico se intenta cerrar con la violencia. La pena de muerte se considera todavía hoy, en el siglo XXI, como un remedio para mejorar la sociedad. Hasta este tiempo ha llegado el absurdo del poder de los hombres que se creen dueños de la vida y de la muerte. Es hora ya de que la mentalidad cambie. Que la cultura de la vida triunfe sobre los gestores de la muerte. Y en otro sentido, Jesús también nos enseña que la muerte como consecuencia del buen obrar, es decir, la pasión y la muerte del inocente tienen, en sí mismas, un valor redentor y salvador.
B: Oremos por cuantos han sido condenados a muerte, por cuantos, como Jesús, han sido ejecutados injustamente. Por los que han sido dejados morir en huelga de hambre como Orlando Zapata Tamayo o están ofreciendo ese sacrificio supremo por la libertad de Cuba como Guillermo Fariñas. Elevemos nuestra oración perseverante para que cese la cultura de la muerte y se cultive la cultura de la vida. Oremos para que la pena de muerte sea abolida de las leyes y de la mentalidad de los pueblos. Oremos en fin, para que el sacrificio de los que han sido privados de sus vidas se convierta en ofrenda redentora para la salvación de todos los hombres y de todos los pueblos.
Si alguien desea el Vía Crucis de Cuba en su totalidad, puede pedírmelo escribiéndome al siguiente correo-e: nuevaondacuba@gmail.com
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