Desde la semana pasada
están saliendo en nuestro inefable periódico Granma, al menos en la
versión impresa, unas tablitas reveladoras de lo que piensa el gobierno cubano
de su pueblo. Bajo el encabezamiento de Tu servicio de salud es gratuito, pero,
¿cuánto cuesta? se expone cada día una relación de servicios médicos,
acompañados por un costo calculado hasta el último centavo que, se infiere,
asume el Estado cubano para que el paciente nacional tenga asegurado el
servicio.
Pocas bromas se pueden
ejecutar tan ultrajantes como la de estas tablitas. El supuesto bajo las mismas es que los ciudadanos de este
país somos privilegiados por disponer de dichas prestaciones sin tener que
abonar su precio, y por tanto deberíamos prodigar infinitamente alabanzas y
agradecimientos por nuestra suerte. Lo que no dice este periódico, es todo un
otro montón de cosas que transforman mucho el supuesto anterior.
Yo y un montón de
conocidos estamos hartos de que se nos agiten en la cara este tipo de facturas,
como si fuera el regalo de una bondadosa divinidad que no nos pide nada a
cambio. Esta idea es absolutamente falsa, pues dicha divinidad bien que nos
exige trabajar para ella por la totalidad de nuestras vidas, a cambio de unos
salarios que resultan inverosímilmente precarios, aún ante los estándares de
países de desarrollo económico no muy alto. Para poner un ejemplo: el salario
mínimo en Ecuador anda por los 160 USD mensuales para hablar en una moneda que
todos entendemos. En Cuba, el salario mínimo no supera los 12 USD. Ese
profesional altamente calificado que atiende en la consulta cuya gratuidad nos
echan en cara, puede que reciba a fin de mes la extravagante cifra de 30 USD.
Un maestro de escuela, un ingeniero, un técnico, un obrero, reciben salarios
del orden de los 20 USD. Son estas personas, por cierto, que sobreviven de una
manera difícilmente concebible en otros países, quienes con su trabajo
mantienen al sistema funcionando, las escuelas dando clases, los hospitales
atendiendo pacientes, el agua y la electricidad llegando a las casas, etc.
Ya que quieren sacar las
cuentas de lo que cuestan las cosas, desafío a los decidores y calculadores de
costes y cuentas a que hagan una tablita similar, pero con lo que ha costado
cada una de las medallas que tanto los enorgullecen y que se obtienen en los
eventos deportivos como la presente olimpiada de Londres. A ver si esas preseas del luchador, la yudoca y el tirador no salieron más caras que si se hubieran comprado de oro puro en Tiffany´s,
después que uno calcule la retahíla de millones que absorbe la pirámide del
alto rendimiento que sostiene esos pináculos. Pero en un país con tantas
necesidades irresueltas como el nuestro, ni siquiera esos propagandistas
farisaicos tendrían la gandinga necesaria para reconocer el precio del
entretenimiento chovinista que le ofrecen al pueblo y, en su lugar, prefieren
adular sus propias conciencias con las cuentas de unas gratuidades que nadie,
sino los trabajadores cubanos mismos, somos los que abonamos a fin de cuentas.
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