miércoles, 8 de agosto de 2012

Sobre ciertas tablitas y supuestas gratuidades


Desde la semana pasada están saliendo en nuestro inefable periódico Granma, al menos en la versión impresa, unas tablitas reveladoras de lo que piensa el gobierno cubano de su pueblo. Bajo el encabezamiento de Tu servicio de salud es gratuito, pero, ¿cuánto cuesta? se expone cada día una relación de servicios médicos, acompañados por un costo calculado hasta el último centavo que, se infiere, asume el Estado cubano para que el paciente nacional tenga asegurado el servicio.

Pocas bromas se pueden ejecutar tan ultrajantes como la de estas tablitas. El supuesto bajo las mismas es que los ciudadanos de este país somos privilegiados por disponer de dichas prestaciones sin tener que abonar su precio, y por tanto deberíamos prodigar infinitamente alabanzas y agradecimientos por nuestra suerte. Lo que no dice este periódico, es todo un otro montón de cosas que transforman mucho el supuesto anterior.

Yo y un montón de conocidos estamos hartos de que se nos agiten en la cara este tipo de facturas, como si fuera el regalo de una bondadosa divinidad que no nos pide nada a cambio. Esta idea es absolutamente falsa, pues dicha divinidad bien que nos exige trabajar para ella por la totalidad de nuestras vidas, a cambio de unos salarios que resultan inverosímilmente precarios, aún ante los estándares de países de desarrollo económico no muy alto. Para poner un ejemplo: el salario mínimo en Ecuador anda por los 160 USD mensuales para hablar en una moneda que todos entendemos. En Cuba, el salario mínimo no supera los 12 USD. Ese profesional altamente calificado que atiende en la consulta cuya gratuidad nos echan en cara, puede que reciba a fin de mes la extravagante cifra de 30 USD. Un maestro de escuela, un ingeniero, un técnico, un obrero, reciben salarios del orden de los 20 USD. Son estas personas, por cierto, que sobreviven de una manera difícilmente concebible en otros países, quienes con su trabajo mantienen al sistema funcionando, las escuelas dando clases, los hospitales atendiendo pacientes, el agua y la electricidad llegando a las casas, etc.

Ya que quieren sacar las cuentas de lo que cuestan las cosas, desafío a los decidores y calculadores de costes y cuentas a que hagan una tablita similar, pero con lo que ha costado cada una de las medallas que tanto los enorgullecen y que se obtienen en los eventos deportivos como la presente olimpiada de Londres. A ver si esas preseas del luchador, la yudoca y el tirador no salieron más caras que si se hubieran comprado de oro puro en Tiffany´s, después que uno calcule la retahíla de millones que absorbe la pirámide del alto rendimiento que sostiene esos pináculos. Pero en un país con tantas necesidades irresueltas como el nuestro, ni siquiera esos propagandistas farisaicos tendrían la gandinga necesaria para reconocer el precio del entretenimiento chovinista que le ofrecen al pueblo y, en su lugar, prefieren adular sus propias conciencias con las cuentas de unas gratuidades que nadie, sino los trabajadores cubanos mismos, somos los que abonamos a fin de cuentas.





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