La historia escrita por los vencidos
Pueblos cautivos dentro de la isla cautiva Belkis Cuza Malé
Incluso de Cuba, como sabemos, a la tiranía le ha sido imposible contener ese manantial de noticias y denuncias que son ya los blogs de los disidentes cubanos, o los artículos de los periodistas que se convierten en disidentes. De ahí, seguro, la importancia primaria de la alta tecnología en estos países que viven bajo la opresión.
La lucha de los alzados del Escambray, en la zona más montañosa de Cuba, y que el Gobierno intentó desprestigiar desde sus inicios llamándolos “bandidos”, fue, no sólo cruenta, sino objeto de la absoluta manipulación de la tiranía. Desde sus comienzos se quiso tergiversar los móviles de los alzados, simples campesinos (muchos sin tierras, ni recursos) que se oponían con clara y profética razón al comunismo. En medio del entusiasmo popular que el incipiente triunfo de la Revolución despertó en todos los sectores de la nación, estos hombres (y mujeres) reaccionaron pronto y decidieron abrir un frente de lucha en El Escambray. La respuesta no se hizo esperar: el Gobierno los combatió a sangre y fuego, y los capturados en combate fueron fusilados tras juicios sumarios donde no había posibilidad de defensa. Otros fueron encarcelados y los habitantes de la zona, sometidos a cruel vigilancia. De ahí se les trasladó a la fuerza, en su mayoría, a Pinar del Río, donde se crearon estos pueblos cautivos y “fantasmas”, de los que el cubano de a pie ignoraba y sigue ignorando todo.
Ahora, tenemos la posibilidad de saber la verdad por boca de sus víctimas (al menos de algunas, otras han muerto en cautiverio). Cuba, desplazados y pueblos cautivos (Ediciones Universal, Miami), un libro testimonio, escrito por Pedro Corzo, Idolidia Darias, y Amado Rodríguez es un tesoro de información sobre lo que pasó en El Escambray en esas dos primeras décadas de gobierno comunista. ¿Cuál fue la participación real de estas personas en la guerra del Escambray? ¿Cómo y por qué fueron obligados a desplazarse hacia regiones de Pinar del Río, Oriente, y muchos de sus hijos llevados a escuelas en la zona de Miramar, en La Habana, donde se les adoctrinaba, eliminando así la posibilidad de que se convirtieran en el futuro en enemigos del régimen?
El prólogo, del lúcido historiador Marco Antonio Ramos, certero y pieza introductoria a este extraordinario libro de testimonio, señala, a mi entender, la clave que lo diferencia de mucho de lo que se escribe, a veces, sobre estos temas, con las mejores intenciones, pero el peor resultado: “Este libro, trabajo de investigación, verdadero esfuerzo de documentación y exposición, es un aporte a la mejor comprensión del proceso cubano contemporáneo. Su tratamiento puede considerarse como adecuado. Sobresale en sus páginas la ausencia de exageración como en algunos relatos a los que hemos tenido acceso a través de las décadas. Su contenido sirve también para describir incidentes y cuestiones de resistencia y represión, pero se caracteriza por cumplir lo ofrecido en su título, lo cual no siempre sucede en labores de ese tipo”.
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