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Estamos en un punto de partida, desde luego. Un punto que comienza a satisfacer una exigencia cardinal: el acuerdo entre responsables políticos y cívicos con visibilidad pública. A ese acuerdo algunos le llaman unidad. No obstante, yo prefiero verlo como consenso articulado. Porque la unidad es inflexible, cerrada a la tolerancia, y privilegia a unos pocos sujetos públicos, simplifica el conflicto y minimiza el valor de la deliberación entre iguales. El consenso, por el contrario, permite la flexibilidad, exige tolerancia, se abre necesariamente a las elites, toma en cuenta la complejidad y es altamente deliberativo. Y este nuevo consenso tendrá futuro en la medida en que logre incorporar estas y otras referencias necesarias a un proceso democrático moderno.
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