lunes, 25 de julio de 2011

Por una Revolución de la ética

La sociedad cubana aun se encuentra rígidamente marcada por prejuicios y latigazos. La pedagogía cubana con su inmenso lápiz no dibuja la cultura del otro, no dialoga con la problemática racial desde los enclaves político, cultural y antropológico. No se manifiesta como campo de diagnostico en relación a la cuestión racial. En la agenda pública no hay referencia de que la misma haya dialogado con la problemática.


Durante los últimos 40 años se ha estado aplazando, obviando desde diferentes disciplinas el debate público sobre las diversidades políticas o raciales. La pedagogía como ciencia ha estado ausente del tema al estar clasificado como una característica peligrosa. Aun desde los círculos políticos se estimula que indagar la racialidad como zona discursiva pudiera fragmentar la unidad nacional. Es un campo minado que apenas se comienza a pensar.


Educación formación y superación son elementos claves para enfrentar los prejuicios y las discriminaciones que hoy nos azotan. La educación es un enclave fundamental, pero sucede que es una trinchera frágil pues no se ha programado como estrategia el desarrollo de una pedagogía antirracista. Vivimos en una sociedad secularmente racista, en la cual el racismo, la discriminación y los prejuicios son peligrosos combustibles que amenazan nuestra ecología social. Desde la academia se han desarrollado en los últimos años valiosas investigaciones, producciones intelectuales sobre los vasos comunicantes que existen entre la educación, los prejuicios y las discriminaciones. Existe todo un pensamiento subterráneo que no permite ser visible hacia el interior. No esta claro que la pedagogía cubana se haya indagado en las asignaturas del sistema cuadricular de la enseñanza, no solo la historia, pudiera también ser la biología, la geografía y otras ciencias específicas.


En Cuba carecemos de una sociología de la educación y una antropología de la educación. Desde la academia de la noche a la mañana se ha despertado un creciente interés por la temática racial, por intereses políticos, oportunismo, moda o por interés de los cientistas sociales. Los medios audiovisuales aun no están en sintonía con estas proyecciones, no han producido un saber sobre la problemática, son un mercado del silencio. Los resultados de investigaciones, a partir de prejuicios en los jóvenes, estadísticas raciales en la educación, en el entorno laboral específicamente en la economía emergente son totalmente desconocida y protegidas como un secreto de estado.


No hay conciencia sobre esto pues estamos carentes de una educación cuya plataforma sea el antirracismo. En nuestro ambiente escolar se desarrollan el pensamiento racista, desde el círculo infantil hasta la enseñanza superior. Los prejuicios están vivos en las relaciones horizontales entre alumnos, en las relaciones verticales entre alumnos y profesores, los prejuicios son visibles y el profesor no interviene pues tampoco esta preparado para enfrentarse a esta situación o no dispone de herramienta. La discriminación no solo por motivo racial, se manifiesta por discapacidad, motivos religiosos, regionales o políticos. El personal docente no solo cuenta con las herramientas, tampoco esta capacitado para solucionar conflictos, para comunicarse con las dinámicas de las desigualdades. Existen desigualdades raciales comunitarias en las cuales la escuela no cuenta con herramienta para enfrentarla.


Los libros de textos son algunos de los ambientes de apoyo en el cual se encuentra anclado la discriminación y el prejuicio. Los niños negros y mestizos no se ven representado en las ilustraciones de los libros de textos e historietas, mujeres en oficios y profesiones, en las familias, el sistema metodológico educacional influye muchísimo como ambiente de apoyo.


Aunque en los últimos tiempos se han creado desde el Ministerio de Educación comisiones de análisis de la temática, aun se mantiene el déficit en la política educacional, género y raza son ecuaciones omitida de la agenda docente. En esto influye muchísimo el divorcio de las instituciones que exploran la problemática con el ministerio de educación. Hay toda una crisis del modelo y desde la alta política también es visible el silencio. Las agendas nacionales como la Comisión Cubana contra el Racismo de la Uneac, la comisión que desde el Comité Central supervisa el tema, La Comisión por el Centenario del Partido de los Independientes de Color son plataformas clientelistas hacia el exterior. No existe por parte del gobierno cubano un dialogo horizontal con el Atlántico Negro, con las agendas internacionales en sintonía con Durban, con la Unesco, con el Parlamento Negro de las América. La racialidad no es objeto de investigación por parte de la Educación Superior, sus discursos carecen de fortalezas científicas. Doctorados y maestrías sobre la cuestión racial no es de interés de las facultades de la Universidad de la Habana, hay toda una producción de conocimientos que no se visibiliza, todo continua anclado en el campo académico.


Cuba necesita que se estimulen espacios de presión política, de presión social, de búsqueda de ideas y de conciliación social y nacional de diversos temas. La educación debe jugar un papel fundamental en atacar las bases logísticas del racismo y los prejuicios. Le pertenece el protagonismo en la construcción de una revolución ética y estética sustentada en fortalezas discursivas ancladas en la gestión del conocimiento. Necesitamos construir conciencia, dialogar con el conocimiento, cambiar los contenidos y asistir a nuevos índices.


Esta en nuestras manos inventar las nuevas maneras pues el agua hace grietas por todas partes, hay que generar cambios políticos, económicos y sociales y para ello es necesario que los ciudadanos seamos un real ejercicio de poder. Desmontar la cultura de la dominación mediante la construcción de una cultura de la emancipación. La revolución de la ética como opción pedagógica es la oportunidad para construir nuevas identidades, para promover liberaciones y autonomía. Esa es parte de la revolución que sonamos, la revolución que yo sueño.


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