sábado, 26 de septiembre de 2009

Mucho culo y poco taxi

Yimel García

Conocí a Yimel García en La Habana hace poco cuando estuve por allá. Fue como si me encontrara con un viejo amigo. El joven escritor acabo conmigo en el dominó. Cosa no difícil de hacer, pero la derrota fue descomunal. A continuación uno de sus cuentos.

Mucho culo y poco taxi

Yimel García

Desde que se conocían hacia un año, Helena y Maruchi habían llevado una relación casi de hermanas. Puesto que las dos trabajaban en lo mismo. ¨Oficina de Asedio al Turismo¨. Pero eso sí, nadie podía decir que ellas eran jineteras, porque ahí si se armaba.

Siempre salían juntas al trabajo a eso de las dos o las tres y tomaban todo 23 hasta la Rampa. Pero justo ahí siempre había que desviarse. La cuestión era que Maruchi padecía de una especie de enfermedad. Elena no se explicaba cómo podía hacerlo, pero eso sí, no había un día que Maruchi no tuviera que cagar en la calle. Helena estaba harta de aquella especie de ceremonia. Siempre un matorral, siempre algún pasillo.

-Un día me voy a ir y te voy a dejar sola a ver si acabas con eso de una vez. Le decía Helena indignada.

-¡Niña que ya termine, cállate la boca que va a venir alguien! Le gritaba Maruchi agachada detrás de un árbol con la saya hasta las rodillas.

En el fondo Helena decía eso de irse y dejarla sola de dientes hacia afuera. Sabía que Maruchi era su amuleto para atrapar turistas. Pues su amiga tenía un culo digno de envidia. Los yumas se quedaban mirando aquel fenómeno y entonces era que Helena entraba en acción. Casi siempre funcionaba, y por supuesto cuando los yumas no funcionaban había que buscar un culpable aunque fuera cubano.

Era así como tenían elaborado el trabajo en equipo y funcionaba bastante bien. Dentro de lo que cabe.

A pesar de que se habían acostado casi de día, aquel Domingo después de regresar de Guanabo donde habían estado con unos yumas que se encontraban alquilados allá. Habían prometido levantarse el lunes lo más temprano posible, pues querían ir a la tienda a comprarse algo en la boutique, pues les había ido muy bien con aquellos ¨giles¨.

Así fue que Helena con cierto gusto, un poco más refinado se había decidido por unos jeans elastizados color cielo y una blusa sin mangas que a la vez le abultaba el pecho. -¡Ay niña que chea tu eres, mira pa’ eso lo que te has comprado! -¡Qué Horror! Le dijo Maruchi, que había quedado deslumbrada con un vestido blanco de hilo absolutamente transparente con el cual se quedo encantada. Pero además compro un hilo dental negro, y para rematar se metió al probador, hecho la ropa vieja en la cartera y se puso su vestido de hilo con su hilo dental.

Cuando salió a la calle lo primero que sintió fue miedo. ¡¡¡MAARICOOONAAAAA!! Le grito un negro sin camisa que jugaba dominó en la otra acera. Apretó un poco el paso tomando a Helena de la mano y justo al llegar a la esquina ¡Paff! lo de siempre. –Ay Helena, me estoy cagando. -¿Ahora? pregunto Helena azorada, -Estamos en el medio de La Habana Vieja, -No sé lo que tú te vas a hacer. –Nos gastamos todo el dinero en la tienda. –Si hubiésemos dejado algo, pudiéramos pagarle a alguien para que te dejara usar el baño. –Ay Helena vamos a ver si encontramos algún pasillo. Le suplico a su amiga ya con cara de mierda. ¡¡ÑOOO! ¡Mami, tremendo Culón! ¡ABUSADOORAAAA! Seguían gritando los admiradores. Caminaron hasta la esquina y nada. Siguieron recto, luego doblaron y hasta que al fin encontraron un pasillo que descansaba al pie de un edificio que estaba bastante tranquilo. –Aquí mismo, dijo Maruchi al verlo. -¿Aquí? Pregunto Helena incrédula. –Si no es aquí me cago. Le respondió sin mirarla, mientras sacaba del bolso un rollo de papel y se envolvía un poco en la mano. Se levanto su vestido nuevo hasta la cintura y se bajo el hilo, como si estuviera en el baño de su casa, y entonces soltó aquello que traía dentro y que tanto le molestaba.

Pero lamentablemente alguien venia bajando las escaleras y no pudo terminar. Las voces se oían cada vez más cerca, así que se apuró y sin tiempo a limpiarse, aun con el papel en la mano, se subió el hilo y bajo el vestido, tomo a Helena de la mano y salieron apresuradamente.

-¿Qué paso? Pregunto Helena luego de una cuadra. –Nada, Que tengo el culo lleno de mierda, eso es lo que pasa. –No pude limpiarme y este vestido es blanco, en cualquier momento se mancha y además tengo el hilo todo empegostado. –Así que vamos pa’ lo antes posible. Mientras caminaban iban maldiciendo el haber gastado todo el dinero. Puesto que tenían deseos de coger un taxi. Fue entonces que un hombre le hizo una seña a Maruchi para que se detuviera. –Mi vida, ¿puedo hacerte una preguntica? Le pregunto con cara de gato. Helena ve como se aleja y conversa con el desconocido a unos metros.

La conversación tarda un par de minutos, y luego ve como su amiga regresa con un gesto desolado y a la vez deprimido. -¿Qué pasa? Le pregunto ansiosa. Maruchi le dedico una mirada de dolor con algo de resignación. Esto puso a Helena aun más nerviosa. -¡Niña, me vas a decir que te dijo. O que! – Tú sabes lo que me dijo. Soltó al fin. -¿Qué? Grito la otra desesperada.

-Me dijo que me iba a dar cinco fulas si lo dejaba mamarme el culo. Helena abrió los ojos en señal de asombro. -¡NOO! ¿Y tú que le dijiste?

-¿Qué le dije? Pss, Soltó una risita sarcástica. –Que No. –Como que No, y el taxi? Pregunto Helena a regañadientes, que aun no captaba la cosa.

-No me jodas Helena, que cojones le iba a decir. –Que No, Claro que No, o a ti se te olvido que yo tengo el culo lleno de mierda.

Fin.

1 comentario:

Anónimo dijo...

buena narrativa....pero el cuento en si esta de madre.