Había llegado al juego con bases llenas y en noveno inning. Un juego que el Exilio cubano tenía perdido. Había llegado a un juego con bases llenas y en el noveno inning, un juego que estaba perdido y había que admirarle su ingenuidad. Una que solo se puede tener con dignidad a su edad.
El joven, muchacho al fin, tenía cierto carisma. Llevaba un modo de ser, ese estilo que inquieta a los inseguros. El muchacho al fin logro reunirse uno por uno y una por una, con todas y todos o con casi todos y todas las organizaciones del Exilio que tenían alguna membrecía. Digo esto de alguna membrecía porque para entonces, y de esto no hace mucho, esta anécdota, para entonces como decía, las organizaciones que todavía existían en el Exilio de Miami, las de cierto nombre, solían tener en sus filas solo unos cuantos miembros.
El joven, muchacho al fin, con cierto carisma, pronunciaba elocuentemente palabras que sonaban a cantos de sirenas en algunos oídos viejos, cansados a tal punto que sus dueños se sorprendían al escucharlas. Hacía algún tiempo que estaban convencidos que eran sordos.
El joven, muchacho al fin, de cierto carisma, proclamaba ser el próximo líder. Era, decía, aquel que su generación necesitaba y era, decía, aquel que nuestra generación y la de nuestros padres buscaba.
En verdad, desde la muerte de Jorge Mas Canosa, el Exilio se había quedado sin líder. Trate de decir lo contrario si quiere, buena suerte creyéndoselo. Pero de verdad, ¿estaba y ha estado el Exilio buscando un líder? El joven estaba convencido de eso. Y estaba convencido de que él era ese líder que buscaba el Exilio. Había llegado de Cuba no hacía mucho para anunciarnos la Buena nueva de la llegada del nuevo mesías.
Bueno, exagero, el joven, muchacho al fin, de cierto carisma, jamás se presento como el nuevo mesías, pero como decía si como líder, el nuevo líder de la causa cubana. Era, decía, el líder que estábamos buscando. Venía con lemas y uniformes. Venía con conocimientos de las nuevas tecnologías y con conocimientos de cómo es el cubano de la isla y era él, decía, conocedor de cómo es el cubano del Exilio. Había llegado de Cuba no hacía mucho y ya se había aprendido como éramos los de acá porque nos había estudiado desde su llegada a tierras de libertad. Había esperado el momento apropiado para anunciar su llegada y por fin protagonizar, realizar su destino.
Fue mi destino presenciar sus ponencias ante varias organizaciones y sombrillas de varias otras. Sentía pena por él. No se daba cuenta del papelazo que hacia al fin de cuantas. Al fin de cuentas hacia el ridículo, pero al fin de cuentas era joven, muchacho al fin. Y en resumidas cuentas el joven, muchacho al fin, de cierto carisma, termino siendo líder. No el que supuestamente andaba buscando el Exilio. Termino siendo líder de su, nutrida eso sí, organización de jóvenes recién llegados de Cuba al Exilio. Termino siendo tal como había empezado.
Hace unos días supe de él. Sigue líder de la organización de jóvenes recién llegados de Cuba al Exilio. No exagero, hoy es la organización del Exilio más activa. Dicha esta de pícher ahora mismo, en un juego con bases llenas y en el noveno inning. Un juego que el Exilio cubano tiene perdido.
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