Para una persona como yo que no goza de muy buena salud, no resulta fácil intentar digerir el más reciente artículo del profesor Aleaga Pesant publicado en la edición numero 177 de la Primavera Digital. El artículo ¿A quién discriminan en Cuba? necesita varias respuestas.
Creo que el poder de las palabras y el espíritu democrático de la publicación me permitirán la oportunidad de disentir con relación a un asunto tan delicado como las relaciones raciales en Cuba, zona discursiva que no esta de moda como lo intenta hacer ver el citado periodista.
He leído con atención sus limitaciones, opiniones y no me sorprende para nada como trata de anclarse un criterio muy en sintonía con los voceros oficiales que, por encargo, tratan de agenciarse el tema, y también con algunos columnistas de periódicos como el Nuevo Herald. Primeramente el artículo pierde de vista que el racismo en Cuba es un conflicto político, que el fenómeno está marcado por límites y desmovilizaciones no solo ya desde la alta política sino también desde la sociedad civil cubana. Con él, el autor intenta neutralizar las grandes interrogantes de un escandaloso fenómeno que como peligroso combustible va a amenazar la ficticia estabilidad de nuestra ecología social.
Para nada, quienes nos sensibilizamos con el tema, nos sentimos molestos con las observaciones de Aleaga Pesant; sí preocupados, pues esta línea de pensamiento va tomando cuerpo y fuerza con más intensidad en la sociedad de hoy. Es importante que el velo o las máscaras del prejuicio puedan deslizarse y el prejuicio arrasa ciegamente en el pasional artículo.
Hay toda una restauración de elementos negativos que al ser traducidos están muy en sintonía con conceptos que muchos habrán pensado que formaban parte del pasado pero están ahí visibles. El citado articulo refleja y a la vez es un espejo del modo de ser de muchos cubanos que no tienen conciencia de su propio racismo. Hay quienes reproducen voluntariamente manifestaciones con tintes racistas, para nada es ingenuo que se intente hablar de algo tan ridículo como supremacía negra, lo cual, sin embargo es manifestado y defendido por muchas personas.
Cuando los afrodescendientes en cualquier espacio o plataforma, y desde la diversidad, hemos alzado nuestra voz se nos ve como República Negra, República de Charol, racistas, se nos mira con sospecha pues, según muchos, ¿cómo es posible que el castrismo haya hecho tanto por nosotros y seamos tan críticos de un discurso oficial que, debemos reafirmarlo, para nada nos ha beneficiado, pues continuamos anclados en el sótano de la pirámide social?
En Cuba el miedo al negro es real; es un fantasma que está vivo, y por miedo al negro, como dice el académico Juan Benemelis, se han cometido verdaderos crímenes. Muchas de las crisis que ha vivido este país a lo largo de su accidentada historia están relacionadas con el miedo al negro: Por miedo al negro fuimos la última colonia española; por miedo al negro los patriotas y generales blancos mambises abrazaron la intervención norteamericana; por miedo al negro se importó un millón de ibéricos a principios del siglo XX. También debemos recordar que selectivamente hubo deportación masiva de población antillana, que se produjo la masacre de 1912, que el pensamiento antirracista de Antonio Maceo se nos invisibiliza y a la vez nos lo intentan presentar como un machetero y un guerrero tosco.
Por miedo al negro el pensamiento de José Antonio Saco está muy bien acomodado en la conciencia política y social. Por miedo al negro un número muy notable de cubanos y cubanas se oponen a la formación de parejas interraciales, lo cual constituye un escándalo y a la vez es visto como algo pecaminoso. Cada uno de estos elementos forman parte de la historia clínica de la nación.
El autor pierde de vista que el racismo es un fenómeno que tratan de esconder de la mirada pública quienes piensan como él. Resulta tan grande el pánico que cunde que se manifiestan como si los afrodescendientes tuviéramos un poder real, poder que nunca hemos tenido, porque no estamos representados en los pequeños nichos de la economía emergente, porque nunca hemos estado en los acomodados pedestales donde se toman las grandes decisiones en este país. Importante es decirlo: el prejuicio y el daltonismo sociológico no le permiten a nuestro autor ver más allá de sus enconadas pasiones.
El artículo no se viste de inocencia para nada. Más allá del dolor y el prejuicio hay toda una manipulación emotiva, distracción informativa que pudiera formar parte de tácticas diversionistas que tratan de empañar el prestigio de instituciones independientes como el Proyecto Nuevo País, el Observatorio Ciudadano Contra la Discriminación (OCD) o el propio Comité Ciudadanos por la Integración Racial (CIR). Nosotros sí trabajamos para que se vayan dando pasos hacia una verdadera integración, para que todos y todas tomemos conciencia de un viejo asunto que continua marcando nuestras vidas y destinos. Al igual que mi hermano de batalla Leonardo Calvo, emplazo al profesor Aleaga Pesant a que nos demuestre que en cada uno de las declaraciones, plataformas programáticas, artículos o ensayos hay alguna señal de proselitismo en cuanto al falso argumento de supremacía negra.
Mientras tanto, nosotros continuamos trabajando en nuestros proyectos inclusivos, al cual tienen las puertas abiertas todos sin distinción alguna, mientras esa comunicación horizontal sea fundada sobre la cultura de la ética ciudadana, todos somos bienvenidos, para nosotros no es saludable la cultura del resentimiento ni la del prejuicio. La próxima edición del Foro Cuba: Raza y Nación la cual estará dedicada a más de dos siglos de pensamiento negro en Cuba es una buena motivación para seguir estimulando cada una de nuestras Aduanas de Intercambio, pues nuestra vanguardia intelectual negra pensó y piensa Cuba. Ese será nuestro modesto homenaje a quienes desde sus virtudes públicas y sacrificios políticos han trabajado por una Cuba de la integración.
El prejuicio que se exhibe con desfachatez no nos quita el sueño.
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