Baracoa, 500 años después de Mauricio Vicent es
un despertar. Confieso que no sabía qué
esperar anoche cuando fui a ver el documental.
No me esperaba el film que vi. De
su música si tenía idea. A cargo de uno de los iconos de nuestra cultura cubana, y así todo hubo sorpresa. Me refiero a algunos instrumentos musicales
que acompañan la película. Bueno a ver,
concretamente un harpa, eléctrica.
Sorpresa. Una de tantas. Como por ejemplo, el final de esta obra,
primer documental de Vicent. Al menos
yo no me espere ese final.
Sorpresa. Una de tantas. Como por ejemplo, ver el film junto a Lena Ferrer, también protagonista de la música de la cinta, el estar sentado a su lado
durante toda la presentación. Poder
compartir con ella ha sido una de las bendiciones que me han bajado este
año. Un año este que me da conexiones,
enchuches espirituales inimaginables.
Unos puentes que se me tienden últimamente hasta y desde Cuba,
bendiciones que me han bajado este año.
Pero volviendo a Baracoa, 500 años después
de Mauricio Vicent, es un despertar, uno que sugiero, ver.
Y otra
sorpresa. Yo sé que siendo Cuba lo
surrealista que es, no debe sorprender de ella nada, pero me sorprendió algo
que Lena me dijo: “Para estar en Baracoa
hay que tener un permiso”.
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