domingo, 10 de junio de 2012

Mariela Castro: Mensaje de amistad

Durante el gobierno de George W. Bush, obtuve visa para viajar a los Estados Unidos en 2 ocasiones del año 2002: la primera, la recibí tardíamente, por lo que no pude asistir a un congreso de sexología al que había sido invitada; la segunda, me permitió participar  en la Reunión Anual de la  Society for the Scientific Study of Sexuality (SSSS), una de las asociaciones más antiguas del mundo para el estudio de estos temas, fundada en 1957, (que en su reunión de 2009, en Puerto Vallarta, reconoció mi trabajo con el Public Service Award).

Yo estaba comprometida con la Asociación Mundial de Sexología (WAS) en promocionar su XVI congreso, en marzo de 2003, en La Habana, donde fue recibido un grupo numeroso de participantes provenientes de los EE.UU, una experiencia muy enriquecedora y amistosa. 
Hace un año presenté el resumen de mi trabajo y una propuesta de panel para asistir al XXX Congreso de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA),  a celebrarse en San Francisco, en mayo de 2012, que regresó a los EE.UU, después de ocho años, pues desde el 2004 se había decidido trasladar la sede por la negativa de visas a las delegaciones académicas cubanas.

El viaje estuvo lleno de sorpresas desde que recibí la visa hasta mi regreso a La Habana: cumplí un apretado programa, no pude cubrir todas las invitaciones recibidas de organizaciones no gubernamentales e instituciones estatales, en San Francisco y Nueva York; el afecto de la gente sobrepasó todas mis expectativas.

Cada abrazo recibido de forma espontánea me ratificaba que hay mucho en común entre nuestros pueblos, más razones para el encuentro que para distanciamientos, y que la separación que nos impone el bloqueo es artificial y mutuamente dañina.

Conversar con estas personas de diferentes orígenes nacionales y coterráneos, confirmó mi sospecha de que la inmensa mayoría de los cubanos en los Estados Unidos anhela relacionarse con la tierra que les vio nacer, o de sus padres. Pero este deseo, cada vez más intenso e indetenible, no está representado en ciertos congresistas cubano-americanos de limitada capacidad ética.  

¿Cómo es posible que el derecho constitucional de los estadounidenses de viajar a Cuba esté condicionado a la agenda personal de este reducido número de políticos inescrupulosos? ¿Cómo es posible que este grupo pueda utilizar fondos millonarios de los contribuyentes estadounidenses, para restringir las libertades civiles?

No logro despedirme de las ciudades de San Francisco y de Nueva York, donde fui recibida con mucho cariño y generosidad. En retribución solo pude invitarlos a nuestra Isla,  que no está sola,  y al CENESEX.

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