miércoles, 7 de enero de 2009

El cuento de los siete


¿Cómo es que cubanos después de arriesgarse la vida misma tratando de escapar de la isla, al año quieren volver de visita, vuelven? Tengo mis respuestas a la pregunta pero no me acaban de convencer.
El cuento de los siete es largo y abarca mas de un par de años pero intentare de contarlo corto. Siete balseros cubanos que escapan de la isla en medio de una tormenta tropical en un agosto de huracanes en el Caribe. Siete que se fugan porque los estan persiguiendo la policía por ser opositores al régimen de La Habana. El mal tiempo los coge y los zumba sobre un islote de los muchos de un país tercermundista. Guardafronteras del país tercermundista recoge a los siete y los lleva a la capital donde son detenidos en un campamento para refugiados donde se encuentran decenas de otros balseros cubanos entre “ilegales”, algunos de países tan distantes del Caribe como China y Nigeria.
La cosa es que a uno de los balseros opositores yo lo conocía porque él hacia desde Cuba denuncias sobre violaciones a los derechos humanos en la isla en programas de radio (tópico del ultimo post en este blog) que en las madrugadas de los fines de semana realizara. Fue en uno de estos programas que su esposa llama desde Cuba conmovida porque hace muchos días que nadie sabe de los siete y teme que les pasara lo peor por culpa de la tormenta.
Poco después de aquella emocionante intervención se supo el paradero de los siete. Inmediatamente fui al consulado del país caribeño con los nombres de los balseros opositores para ver que se podía hacer por ellos ya que los siete pertenecían a una organización opositora en Cuba y regresarlos a la isla los ponía en peligro.
La cónsul general probo ser toda una dama desde el primer momento que la conocí hasta el final de todo este cuento. Al plantearle la situación ella me dijo: “Esto va ser un proceso largo y vamos a tener que ser muy pacientes pero podemos resolverlo para el bien de todos”.
Mas de tres años después de aquel primer de lo que serian innumerables encuentros entre la cónsul y yo, los siete seguían detenidos. Para entonces ya habían pasado por abusos, revueltas, prisión de máximo rigor y regreso al campamento para refugiados.
Sobre el campamento para refugiados. Un verdadero campo de concentración donde habitaban malamente y segregados, hombres, mujeres y niños. Gracias a las gestiones que impulse con la cónsul y la prensa local, las condiciones en el campamento con el pasar del tiempo mejoraron sustancialmente. Ya últimamente tenían columpios y una canal para los niños. Irónicamente para entonces ya a los niños los habían repatriado.
Volviendo a los siete opositores. Sobre ellos en particular y todos los detenidos en el campamento en general, se realizo en el exilio un boicot turístico al país caribeño ya que el turismo es su mayor fuente de ingreso económico. Las autoridades reaccionaron favorablemente. La prensa local fue crucial en todo esto. El boicot o mejor dicho, la amenaza de boicot (en realidad no fueron tantos los que se solidarizaron con la causa de los balseros y nunca se hizo un boicot efectivo a decir verdad) fue un éxito.
Así y todo, los siete seguían bajo rejas. Eso sí, se había logrado que no fueran repatriados como lo fueron la mayoría de los balseros detenidos allí. Digo la mayoría porque unos cuantos se escapaban y algunos otros se les compraba la libertad. Por cierto esto ultimo lo intente pero nunca hubo quien pusiera los billetes sobre la mesa. La ultima vez que fui al campamento para visitar a los siete les dije que si yo fuera ellos regresara a Cuba. Habían pasado entonces mas de dos años y seguían presos y lejos de sus familias. Los siete tenían todos sus familiares en Cuba salvo algún tío, prima o primo en el exilio. No era la primera vez que les sugería que regresaran a la isla y la respuesta era siempre la misma: “No queremos volver, queremos asilo político”.
A todas estas ellos cuestionándome que porque seguían presos y no los soltaban ya que les habían dicho que tenían visas para un país centroamericano. Esta era una maquina que se corría y que tuve que parar en seco durante un programa televisivo. En dicho programa un “líder” del exilio exigía la libertad de los siete ya que tenían visas, cosa que escuchaba desde Cuba como invitada al programa, precisamente la esposa de aquel balsero que ya yo conocía antes de la fuga de marras. Le pregunte al líder del exilio delante de las cámaras si había visto las visas, si podía decir la fuente de su información. Su respuesta: “No he visto las visas” y “es algo que se ha dicho”.
Deje de contar las veces que me acerque a cubanos y cubanoamericanos con recursos y “conexiones” para ver si se le buscaba la salida a los muchachos (de los siete, seis eran jóvenes) y nada.
Se hicieron incontables gestiones a países, organizaciones, iglesias, y nada. Un buen día cuando ya me daba por vencido me llama por teléfono un activista que había estado también haciendo gestiones por los siete. Era invierno y las Navidades se acercaban. Me dice el activista: “Los siete están en Miami desde hace meses.” Las salidas para los siete se las resolvió un negociante cubanoamericano dueño de mueblerías.
La cónsul, al igual que yo, no sabia la noticia. Minutos después la verifico.
No he vuelto a ver a ninguno de los siete desde que fueron puestos en libertad. Se de algunos otros balseros del campamento (que corrieron mejor suerte, por la fuga o por el pago) que han vuelto a Cuba de visita.

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