
La foto que aparece en este post, en primera plana de El Nuevo Herald publicada el día después de la revuelta, me conmociono. Creo que conmociono a todo el Exilio cubano. Chocaba ver a esos segurosos, policías encubiertos, portando pistolas y ver al que está apuntando hacia los manifestantes de aquel día. El Maleconazo cogió al Exilio de sorpresa, y por supuesto, a las autoridades de La Habana.
El Maleconazo cogió al Exilio de sorpresa, y muchos nos preguntábamos, ¿cómo era posible que no se hubiera vaticinado algo así? Había que estar preparados para la próxima vez porque La Habana, parecía obvio, no aguantaba más. Y fue así que nos organizamos para estar listos al momento que se diera algo semejante en la isla, poder actuar.
Aquel viernes 5 fue la razón por la que una buena mañana, más de una, me vi montado en una embarcación con un puño de flores rumbo al Malecón. Aquel 5 de agosto fue el motor que impulso mi activismo anticastrista, activismo que algún tiempo atrás había puesto a dormir.
Aquel viernes 5 parecía que aquello en la isla no iba a durar mucho más. A 17 años de aquel día, hoy, y en estos días, me he puesto a pensar en los sucesos de aquel día 5. Y no tanto quizás, pensando en aquel día, más bien me ha dado por pensar, darme cuenta, su impacto en mi vida, en los años que le siguieron.
No hay comentarios:
Publicar un comentario