Carlos Acosta Jr Quesada acaba de recibir del Consejo Nacional de las Artes Escénicas del Ministerio de Cultura de Cuba, el tardío Premio Nacional de Danza 2011. Este excepcional bailarín de origen afro, embajador de buena voluntad y ciudadano del mundo aun es un desconocido en su país.
Es un hombre que ha triunfado desde la resistencia. Nace en la Habana en 1973, en el capitalino municipio de Arroyo Naranjo. Su padre era descendiente de esclavos del Ingenio de los Acosta, en San Juan y Martínez, provincia de Pinar del Rio.
Acosta concluyo sus estudios de ballet en la Escuela Nacional de la Habana en 1991 de la mano de la quinta joya del Ballet Nacional de Cuba, Ramona de Saa, bautizada como su hada madrina y Mirta Hermida, dos notables mujeres que esculpieron su futuro. Fueron la guía, en esa relación de profesor a alumno, se tejió una comunicación horizontal como la que puede existir entre padre e hijo. Ambas, junto a Lázaro Carreo quien fuera su maestro en el último nivel, pusieron todo su empeño y profesionalidad en el campo de la pedagogía para llevarlo al nivel más alto.
Producto del intercambio académico y cultural existente entre la Escuela Nacional de Ballet y el Ballet de Nuevo Teatro de Turín, Italia, es escogido junto a otro nobel bailarín Ariel Serrano, a integrarse al trabajo de esta compañía italiana. La participación en dicha compañía es la antesala de su preparación para el Grand Prix de Lausanne, Suiza, en el cual obtuvo el codiciado galardón, en la categoría juvenil.
En su vida de estudiante fueron mucho los premios que conquistó, entre ellos el Grand Prix de la Bienal de la Danza de Paris, la Medalla Chopin de la corporación artística de Polonia y el Gran premio de Jóvenes Interpretes en Cuba. A estos le siguieron otros como el Premio al Merito, en el Concurso para Jóvenes Talentos de Positano, Italia, y el de Vignale Danza, Premio a los Jóvenes Artista Fundación Princesa Grace en Estados Unidos.
En 1991 ingresa en la compañía nacional en la que llega a la categoría de primer bailarín en este mismo a;o. Ha bailado junto a prestigiosa figuras de la danza mundial como Sylvie Guillem y la italiana Lucia Savignano. Este mulato de oro, como lo reconocen admiradores y críticos, ha integrado otras compañías como el English National Ballet, de Inglaterra y el Houston Ballet de Estados Unidos de América. Ha sido además artista invitado del Teatro Carre;o de Caracas, Venezuela, del Ballet de Santiago de Chile, así como de la Gala de las Estrellas del Ballet Mundial presentado en los mas importantes escenarios del mundo.
Es el primer hombre cubano que logra bailar en la Opera de Paris, una academia donde el 99,9 de sus bailarines provienen de su escuela. El es el tercer cubano que lo logra, anteriormente lo habían hecho las bailarinas Alicia Alonso Y Josefina Méndez. En esta compañía interpreto la versión de Rudolph Nureyev de Don Quijote.
Carlos Acosta en su singular carrera ha logrado interpretar príncipes, hacer de Espartaco, Romeo y Albretch, algo tan difícil en la Escuela Cubana de Ballet. El Ballet nacional de Cuba es un campo conflictivo para los bailarines calificados como socialmente negros, quienes logran escalar algún peldaño y sienten la fatiga de la intolerancia y el látigo de la discriminación. Bailarines como Andrés Williams, Pedro Martin, Catherine Zuasnabar, Caridad Martínez, actual directora del Ballet de Brooklyn, la primera mulata que hizo carrera en el Ballet Nacional de Cuba, nunca pudo interpretar Giselle por ser negra. Una bailarina para quien los coreógrafos Brian Mc Donald y Alberto Méndez crearan a su medida, no aparece en la galería del Museo Nacional de la Danza. A esta artista nunca se le ha perdonado sus protestas ante los métodos de dirección de Alicia Alonso, sus quejas en cuanto a la visible discriminación y exclusión hacia bailarines negros. Aun la compañía nacional no logra un equilibrado paisaje epidérmico, en la laguna de la memoria queda aun anclado, la ausencia de innumerables bailarines de origen afro que quedaron excluidos de roles protagónicos pretendieron desde su proyección personal intentar danzar lo cubano. Ha puesto en alto el nombre de Cuba y de esos bailarines de origen afro que son injustamente ignorados por las autoridades políticas.
Con relación al bailarín negro, que intenta interpretar a lo mas clásico y romántico del ballet, la sociedad cubana continua reproduciendo un racismo bien marcado en cuanto a estereotipos y cualidades, de lo cual no escapa la Escuela de Ballet Nacional, donde el ambiente se hace aun mas hostil en la compañía nacional. Cuba es una sociedad narcisista y el color de piel influye en las relaciones sociales. En la psicología de una parte nada despreciable de los cubanos sin distinción racial, política o social, habitan estereotipos como que el negro es para el folklore y la danza moderna, no se adapta bien a la música europea, esta fuera de compas, no pueden ser príncipes por ser negros, lo cual se traduce que aun no ocupan el lugar que merecen en esta manifestación de las artes escénica.
Bailar es para Carlos Acosta, una estación de gloria, bailar es su más íntimo espacio de libertad. Es un icono indiscutible de la danza del siglo XXI, en el se reconocen los mas variados rostros de quienes pasaron por las filas del Ballet Nacional y hoy son primera figura en compañías mundiales. Las actitudes físicas le han permitido colaborar con coreógrafos de diversas latitudes y estilos.
La Revista Dance Europe lo eligió, mejor bailarín en el 2004, protagonista de Espartaco en el Ballet Bolshoi de Moscú, una compañía de mucha tradición que no suele invitar a mucha gente a bailar junto a ellos. Es el segundo extranjero que el Bolshoi confió ejecutar el protagónico en toda la historia de 44 a;os del ballet Espartaco. Es un bailarín que con su maestría y carisma ha cautivado a Estados Unidos y Gran Bretaña. Actualmente es bailarín invitado del Royal Ballet de Londres, del Ballet Kírov de San Petersburgo, American Ballet Theater, además ha obtenido varios doctorados Honoris causa en diferentes universidades del mundo.
La realidad ha demostrado que los afrodescendientes, si podemos interpretar a los grandes clásicos, que tenemos todas las condiciones para personificar príncipes y willies. Particularmente estoy enamorado de la pareja que hace con Tamara Rojo en Manon y con Viengsay Valdés en el Corsario. Nuestro excepcional bailarín aun no ha sido distinguido por los medios después del tardío premio nacional, revisando la revista Cuba en el Ballet durante los últimos 10 años pude comprobar que con relación a las revistas internacionales especializada en el ballet, la promoción de la carrera y éxitos de Carlos es frágil.
Este príncipe de la danza es un embajador de buena voluntad, ídolo de las nuevas generaciones, hombre y amigo del cual me siento orgulloso. Para el Cuba es su casa, su familia y sus amigos. Siendo un ciudadano del Mundo necesita de ella para respirar.
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